sábado, 20 de agosto de 2011

Revolución Oriental en Nahum


Capítulo 2 Antecedentes coloniales y revolucionarios

Bruno Mauricio de Zabala, gobernador de Buenos Aires, erigió la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo en 1724. Con familias procedentes de Buenos Aires y las Islas Canarias, traídas por el fuerte empresario Francisco de Alzáibar, se constituyó el núcleo inicial de población de la ciudad, cuyo proceso fundacional terminó el 1º de enero de 1730, cuando se estableció el Cabildo. Ya en 1749 fue declarada plaza fuerte a cargo de un gobernador militar.
Así se afianzó la dominación española en la zona sur del territorio oriental del estuario piálense, pero todavía no se había podido desalojar a los portugueses de la Colonia, ganada varias veces por las armas de los españoles y perdida otras tantas por tratados diplomáticos que obtenía la habilidad portuguesa. La continuación de esa disputa fue uno de los motivos que llevó a la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776, con el objetivo de frenar el expansionismo lusitano.
De acuerdo con el tratado de paz de San Ildefonso, del 1º de octubre de 1777, Espa¬ña recibió definitivamente la Colonia y las Misiones disputadas en el norte. Pero no logró impedir que a finales del siglo los portugueses ocuparan los territorios al norte del río Ibicuy, así como las orillas de la laguna Merín, zonas también situadas dentro del territorio español.
Por ello, a la fundación de Montevideo siguió la de oíros pueblos que consolidaron la implantación española en la Banda Oriental, con la existencia de cabildos en Colonia, San José, Maldonado y Soriano.
La enorme multiplicación de los ganados criados en libertad hizo que la ciudad se con¬virtiera desde fines del siglo XVIII en rival de Buenos Aires, concentrando un núcleo impor¬tante de comerciantes, funcionarios, militares y marinos (era la base marítima española en la región piálense). En esa época ya representaba una de las plazas fuertes y comerciales más importantes de la América española, a la que la Corona concedió numerosos privilegios (entre ellos, el de la introducción de esclavos al Plata) que ahondaron la rivalidad de puertos con Buenos Aires, y fueron generando un sentimiento localista entre sus habitantes que más tarde habría de trocarse en espíritu independentista.

Pese a depender administrativamente de la Gobernación de Buenos Aires, en lo militar el gobernador de Montevideo obedecía directamente a la metrópoli. Favorecido por la declaratoria de puerto habilitado en 1778 y la prosperidad de fines del siglo XVIII, Monte¬video fue por largo tiempo un centro de lealtad a España, contrario a la rebelión emancipadora que se inició en Buenos Aires y las provincias del litoral e interior, y también en la campaña de la Banda Oriental.

Cuadro 2.1
POBLACIÓN DE LA JURISDICCIÓN DE MONTEVIDEO EN LA ÉPOCA COLONIAL

Año Población en la ciudad Población en la jurisdicción (*)
1726 núcleo inicial de 130/1 35 Hab.
1729 300
1747 600
1757 1.100
1761 1.130 1.600
1772 1.150 3.300
1778 1.800 4.600
: 1780 1900 5.000
1805 5.915 8.741

(*) Territorio1 de la jurisdicción: al oeste, arroyo Cufré; al este, sierras Je Maldonado; al norte, nacimien¬to de los ríos San José y Santa Lucía; al sur. el Río de la Plata.

[Datos tomados de J. Rial, J. Klaczko, Uruguay: el país urbano, Montevideo, CLACSO-Banda Oriental, 1981]

Fue de Montevideo que partió, en 1806, la expedición reconquistadora de Buenos Aires que había caído en manos de los ingleses; el objetivo de liberarla se logró, pero vueltos los ingleses contra Montevideo consiguieron ocuparla durante varios meses en 1807 y desde allí difundie¬ron ideas críticas sobre la dominación española en el primer periódico publicado en la ciudad, "La Estrella del Sur" (bilingüe). Al abandonar los invasores Montevideo, en setiembre de 1807, Francisco Javier de Elfo asumió el gobierno. Pronto surgió la hostilidad (que ocultaba la rivalidad de puertos y la oposición de ideas políticas de las dos ciudades) entre este gobernador -cabeza visible del núcleo españolista- y Santiago de Liniers, Virrey del Río de la Plata, quien era sospechado de "afrancesado" por su origen y relaciones ambiguas con la diplomacia Napoleónica (1808). El enfrentamiento condujo a la destitución de Elío por Liniers, a la rebeldía de aquél y a la formación en cabildo abierta del 21 de setiembre de 1808 de la Junta de Montevideo, primera de las creadas en América y análoga a las de España.
La Junta de Montevideo fracturó la unidad virreinal y creó un precedente peligroso de desobediencia a la autoridad real. En este sentido fue también un antecedente de la revolución independentista americana.
Poco después estalló en Buenos Aires el movimiento que instaló la Junta de Mayo el 25 de mayo de 1810, iniciándose así el proceso revolucionario en el Río de la Plata. El 28 de febrero de 1811 estalló el espíritu rebelde que se gestaba en la campaña oriental: un grupo de gauchos dirigidos por Pedro Viera y Venancio Benavídez dio el "Grito de Asencio", capturó Mercedes y desencadenó el alzamiento de los caudillos más importantes del país (Otorgues, Fructuoso Rivera, Juan Antonio Lavalleja), quienes recibieron el apoyo de los estancieros orientales cansados del autoritarismo y el fiscalismo del Montevideo españolista.
Casi simultáneamente, el capitán de Blandengues José Artigas desertó de su cargo en el ejército español y se presentó ante la Junta bonaerense para "llevar el estandarte de la libertad hasta los muros de Montevideo"; el enorme prestigio de que gozaba en la campaña oriental lo hacía la incorporación más deseada por la Junta en su intento de profundizar la sublevación del interior. Pasado a la Banda Oriental en abril de 1811, toda la campaña se le unió proporcionando los hombres para formar un ejército popular, mal armado pero con una temible caballería que pronto dominó el sur de la Banda y logró la primera victoria militar de la revolución en el Río de la Plata: la batalla de Las Piedras, el 18 de mayo de 1811. Despejado así el camino hacia Montevideo, el gobierno de Buenos Aires envió a José Rondeau con un ejército para sitiarlo, al que se unieron -en carácter de subordinadas- las fuerzas de Artigas. Con toda la campaña en manos de los patriotas, la dominación española quedó reducida al Montevideo sitiado, defendido por Elío y la escuadra española.
Ante la situación desesperada que enfrentaba, Elío pidió la intervención de Portugal, que envió un ejército de socorro. Ahora la que temió la invasión portuguesa fue Buenos Aires y, para detenerla, planeó hacer un armisticio con Elío, que no contó con el acuerdo de los orientales. Firmado el 20 de octubre de 1811, reconocía la autoridad de Fernando VII y establecía que se retirarían las tropas bonaerenses y portuguesas de la Banda Oriental en tanto que Elío veía restablecida su autoridad sobre ella.
Rechazado por Artigas y su ejército, que no querían volver a someterse a la autoridad virreinal, iniciaron una retirada del territorio de la Banda que fue acompañada por la mayoría del pueblo oriental en uno de sus más célebres episodios: el Éxodo. Hombres, mujeres y niños abandona¬ron sus posesiones retirándose del país junto a su recién designado "Jefe de los Orientales", Artigas.
Esas decisiones consecutivas de darse un Jefe y expatriarse fueron los primeros pasos en la formación de la conciencia nacional del pueblo oriental, que se sentía hermano de los demás pueblos platenses pero a la vez diferente y hostil a Buenos Aires, a la que imputaba dirigir la revolución en su provecho exclusivo, pretendiendo heredar a España. La rivalidad de puertos había generado el localismo, y el localismo se había transformado en la idea de la autonomía de cada pueblo del ex-Virreinato en un pie de igualdad con los demás.
A partir de este momento se acentuarían las profundas diferencias entre los bonaerenses y los orientales, que alcanzaron nivel doctrinario y político en 1813, cuando Buenos Aires convocó a los diputados de las distintas provincias para integrar una Asamblea General Constituyente. Los orientales se reunieron en el llamado Congreso de Abril (5 de abril de 1813) e impartieron a sus diputados allí elegidos las instrucciones que debían llevar a Bue¬nos Aires; las propuestas fundamentales eran: independencia, república, democracia libe¬ral y federación. La primera significaba la ruptura total con España; la segunda y la tercera, el establecimiento de un sistema de gobierno similar al de Estados Unidos; la cuarta, el reconocimiento de la "soberanía de los pueblos" a través del establecimiento de un gobierno autónomo para cada provincia y otro central compuesto por delegados de todas ellas.

Documentos 2.1
Las ideas federales
"Art. 2. No admitirá otro sistema que el de Confederación para el pacto recí¬proco con las provincias que formen nuestro Estado.
Art. 10. Que esta Provincia por la presente entra separadamente en una firme liga de amistad con cada una de las otras, para su defensa común, seguridad de su libertad, y para su mutua y general felicidad, obligándose a asistir a cada una de las otras contra toda violencia o ataques hechos sobre ellas, por motivo de reli¬gión, soberanía, tráfico, o algún otro pretexto, cualquiera que sea".
La independencia de todo poder extranjero
''Primeramente pedirá la declaración de independencia absoluta de estas co¬lonias, que ellas están absueltas de toda obligación de fidelidad a la corona de España, y familia "de los Barbones, y que toda conexión política entre ellas y el Estado de España, es, y debe ser totalmente disuelta".
[Instrucciones del año XIII, abril de 1813]

La garantía constitucional
"Por desgracia, va a contar tres años nuestra revolución, y aún falta una sal¬vaguardia general al derecho popular. Estamos aún bajo la fe de los hombres y no aparecen las seguridades del contrato. [...] Es muy veleidosa la probidad de los hombres, sólo el freno de la constitución puede afirmarla".
[Oración Inaugural del Congreso de Abril, 1813].


Estas llamadas "Instrucciones del Año XIII" revelaban un pensamiento decididamente antagónico al dominante en el núcleo dirigente de Buenos Aires, cuyas tendencias monár¬quicas y centralistas desmentían punto por punto las aspiraciones orientales, que eran tam¬bién las de otras provincias del ex-virreinato. Esta colisión de ideologías e intereses provocó el rechazo de los diputados artiguistas por la Asamblea Constituyente, y la retirada de Artigas con su ejército del sitio de Montevideo (20 de enero de 1814), dejando debilitadas a las fuerzas bonaerenses de Rondeau que lo habían restablecido pocos meses antes y lo prose¬guían. Deseosa de acabar con el poderío español concentrado en Montevideo, formó Buenos Aires una escuadra que derrotó a la española en el Buceo el 17 de mayo de 1814; este hecho obligó al gobernador español a capitular y hacer entrega de la ciudad al nuevo comandante bonaerense Carlos María de Alvear (junio de 1814).
Buscando la entrega de la ciudad a las fuerzas orientales, Fructuoso Rivera, lugartenien¬te de Artigas, derrotó en la batalla de Guayabo (enero de 1815) a los bonaerenses. Así, las fuerzas orientales pudieron entrar a Montevideo a fines de febrero. Entonces se consolidó el primer gobierno autónomo en todo el territorio de la Provincia Oriental, dirigido por Artigas y un Cabildo Gobernador elegido popularmente, que desarrollaron una activa labor econó¬mica, administrativa y cultural.
Una de las medidas de gobierno más destacadas fue el "Reglamento provisorio de la Provincia Oriental para el fomento de la campaña y seguridad de sus hacendados" (10 de setiembre de 1815), que estableció normas para la recuperación económica de la provincia -devastada por la guerra- y para la inserción del habitante de la campaña, el gaucho, en el sistema ganadero antes monopolio de los latifundistas. Dispuso la quita de las tierras a los enemigos de la revolución: emigrados, "malos europeos y peores americanos", para distri¬buirlas entre los no propietarios con la prevención de que "los más infelices serán los más privilegiados". "En consecuencia, los negros libres, los zambos de igual clase, los indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con suertes de estancia si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad y a la de la Provincia". "Serán igualmente agra¬ciadas las viudas pobres si tuvieran hijos y serán igualmente preferidos los casados a los americanos solteros y éstos a cualquier extranjero". Los beneficiarios recibieron tierra (7.500 ha), ganados y una marca que señalaba su propiedad sobre ellos. Como el Reglamento implicaba un cuestionamiento del derecho de propiedad, provocó temor y resistencia en las clases ricas orientales, las que se fueron separando del Caudillo por su radicalismo.
La casi inmediata invasión portuguesa en agosto de 1816 dificultó la aplicación del Reglamento, pero éste reveló tendencias al igualitarismo social bastante insólitas en el marco general mente conservador del movimiento independentista hispano-americano, con un solo punió de comparación en el México contemporáneo de Hidalgo y Morelos.
Simultáneamente con su gobierno de la Provincia Oriental, Artigas difundió sus ideas federales entre las provincias del Litoral e Interior argentino, algunas de las cuales lo recono¬cieron como su representante frente al absorbente centralismo bonaerense proclamándolo "Protector de los Pueblos Libres" y encargándolo de la dirección de la política de todas ellas en relación con la ciudad capital.

Opiniónes 2.1
El federalismo artiguista
"Su dogma central era la soberanía de los pueblos; pero esos pueblos no eran compartimentos estancos. [...] A pesar de la desunión que implicaba las enormes distancias, las dificultades de transporte y comunicaciones, los accidentes geográficos, eran pueblos de la misma cuna y de la misma lengua, con la misma religión y el mismo acendrado hispanismo en lo cultural. [...] Se imponía la conciliación entre las soberanías particulares de los pueblos y la unión de esos pueblos con un mismo origen y un mismo destino. La fórmula evidente pura resolver la aparente contradicción era el federalismo. Unidad supraprovincial y respeto por la autonomía de las regiones. O sea, que constituía la única fórmula política que permitía la integración de las dispares economías provinciales. [...] Artigas les ofreció a las provincias lanías ventajas cuantos inconvenientes encontraban en Buenos Aires: salida al mar, libertad comercial, igualdad provincial, reparto de las rentas aduaneras. No fueron éstas meras pro¬mesas; se concretaron en reglamentos, disposiciones y acciones".
[José P, Barran, Benjamín Nahum, Bases económicas de la Revolución Artiguista, Montevideo, Ed. de la Banda Oriental,
1964, pp.66/67].

Así se formó la Liga Federal, integrada por Corrientes, Entre Ríos, Misiones, San¬ta Fe, Córdoba y la Provincia Oriental. El constarle crecimiento de su influencia y prestigio atemorizó tanto a Buenos Aires (por su federalismo) como a los portugueses (por su republicanismo), y en agosto de 1816 estos últimos invadieron la Provincia Oriental (con la complicidad o consentimiento tácito de Buenos Aires), con la inten¬ción de destruir al caudillo y su revolución. Vencidos Artigas y sus lugartenientes por la superioridad numérica y material de los portugueses comandados por Carlos Federi¬co Lecor, Montevideo fue ocupada el 20 de enero de 1817, pero la lucha continuó por tres largos años en el medio rural.
Indignado ante la pasividad de Buenos Aires, Artigas le declaró la guerra al tiempo que enfrentó a los portugueses con ejércitos que se vieron diezmados por sucesivas derrotas. No obstante, sus subordinados como integrantes de la Liga Federal, Francisco Ramírez, gober¬nador de Entre Ríos, y Estanislao López, gobernador de Santa Fe, consiguieron llevar una campaña victoriosa contra los centralistas bonaerenses que pareció implicar el triunfo del federalismo. Pero la esperanza duró poco porque ambos caudillos entraron en acuerdos con Buenos Aires que desnaturalizaban la prédica artiguista, se rebelaron contra él y lo dejaron solo para ser aplastado por los lusitanos.
Ya sin recursos y sin hombres aptos para la lucha, que fue casi de exterminio, Artigas se retiró al Paraguay en setiembre de 1820 y desapareció de la vida política de la región. Dueño Lecor de la situación militar en la Provincia Oriental, convocó un Congreso en Montevideo en julio de 1821. Este Congreso votó la incorporación de la provincia a Portu¬gal con el nombre de Cisplatina. Proclamada la independencia de Brasil en 1822, la guarni¬ción portuguesa de Montevideo entregó la ciudad a los brasileños, comandados por el mis¬mo Lecor, en febrero de 1824.
La resistencia a la anexión estalló pronto entre los orientales: el Cabildo de Montevideo y la asociación secreta de patriotas "Los Caballeros Orientales", protagonizaron en 1823 una revolución que fracasó por falta de apoyos suficientes. Muchos debieron exiliarse en Buenos Aires, desde donde prosiguieron los trabajos revolucionarios.
Estos hallaron concreción en 1825: el cuerpo expedicionario de los Treinta y Tres Orien¬tales, comandado por Juan Antonio Lavalleja, desembarcó en el territorio oriental el 19 de abril de 1825. Recogiendo otra vez la adhesión de gauchos y caudillos, toda la campaña los apoyó y se pudo constituir un Gobierno Provisional en Florida el 14 de junio.
Este gobierno designó a Lavalleja como jefe militar y convocó a elecciones para una Asamblea que el 25 de agosto de 1825 proclamó la independencia de la Provincia y su unión a las demás Provincias Unidas del Río de la Plata.
Frente a las victorias orientales sobre los brasileños de Rincón -setiembre- y Sarandí -octubre-, el Congreso Constituyente argentino decidió aceptar la incorporación de la Pro¬vincia Oriental, hecho que provocó la declaración de guerra de Brasil a las Provincias Uni¬das el 10 de diciembre. Tras el triunfo de las fuerzas provinciales en Ituzaingó el 20 de febrero de 1827, se abrieron paso las tratativas de paz, con la mediación de Gran Bretaña que se sentía perjudicada en sus intereses por la guerra en el Río de la Plata y el bloqueo brasileño al puerto de Buenos Aires.
Lord Ponsonby fue el enviado de Londres y propuso como solución la independencia total de la Provincia (medio de restablecer la paz en el Plata, que consolidaría el comercio inglés, y forma de impedir que fueran dos grandes Estados -Brasil y Argentina- los que dominaran en exclusividad el estuario del río).

Opiniones 2.2
Dos corrientes Historiográficas
"Respecto al surgimiento del Uruguay como estado independiente es harto sabido que se han enfrentado básicamente dos posiciones, aun cuando un estudio más atento de las mis¬mas permitiría poner de manifiesto la inconveniencia de «homogeneizar» en exceso el campo de cada una de esas tesis. De todos modos, los años han ya tradicionalizado el arraigo de esa alternativa binaria que opone: a) la postura nacionalista o independentista clásica cuyo rasgo más distintivo sería la reivindicación del surgimiento del Uruguay en tanto «Estado soberano» como el fruto de una voluntad y un sentimiento «nacionales» ya maduros en 1825, lo que reconocería sólidos antecedentes en los períodos de la Colonia (significado de la lucha de puertos, debilidad y carácter tardío del vínculo virreinal, etc.) y de la Revolución (el «independentismo» antiporteño del artiguismo, el «desacierto» o el «disimulo» implícitos en el Acta de Unión del 25 de agosto de 1825, etc.); y b) la postura unionista o disidente, que destacaría en cambio la inconsistencia efectiva del deseo independentista en 1825, opuesto a la fuerza coetánea del sentido de integración piálense (cimentado además en la índole federal del artiguismo), explicándose en consecuencia el surgimiento del Uruguay independiente como derivación más o menos directa de factores y
artificios exógenos y, en particular, de la influencia británica".
[Gerardo Caetano, Notas para una revisión histórica sobre la "cuestión nacional" en el Uruguay, en: Cultura(s) y nación en el Uruguay de fin de siglo, Montevideo, Editorial Trilce, 1991, p. 23],
Entre los autores más representativos de la primera tesis figuran: Francisco Bauza, Juan Zorrilla de San Martín, Pablo Acevedo, Mario Falcao Espalter, Juan E. Pivel Devoto. Y entre los que sostienen la otra tesis, Eduardo Acevedo, Ariosto González, Eugenio Petit Muñoz, Washington Reyes Abadie, Alberto Methol Ferré, Osear Bruschera.

La idea de la independencia absoluta había ganado también a muchos de los orientales, los que "no eran ni serían jamás argentinos ni brasileños". Esa solución fue la que se adoptó en definitiva por la Convención Preliminar de Paz de 27 de agosto de 1828, que tenía serios defectos porque no establecía los límites del nuevo Estado (fuente de conflictos futu¬ros con el fronterizo Brasil) ni reconocía la voluntad independentista del pueblo oriental, al que se le "concedía" su nuevo estado.
Brasil y las provincias argentinas ratificaron la Convención el 4 de octubre de 1828, y el 22 de noviembre se instaló la Asamblea Legislativa y Constituyente del Estado Oriental, que procedió a redactar una Constitución. La Constitución fue jurada el 18de Julio de 1830 y así comenzó el Uruguay su vida independiente.

Opiniones 2.3 Sobre la independencia nacional
"La independencia del Estado Oriental, estipulada en el Tratado de 1828, no es, pues, una fórmula artificiosa, fraguada en la dialéctica de las cancillerías rivales, sino la conse¬cuencia necesaria de los hechos históricos y del espíritu de sus hombres, desde el Cabildo Abierto de 1808 hasta las Instrucciones artiguistas del año XIII, y desde el desembarco en la Agraciada hasta la conquista de las Misiones". [Alberto Zum Felde, Evolución histórica del Uruguay, Montevideo, Ed. Maximino García, 1945, p. 106].

"Nuestra independencia ha sido, no un acto, sino un largo proceso, en que después de la etapa heroica de la guerra, hubo que cumplir otra, tal vez más penosa, en que el país, deba¬tiéndose con vecinos poderosos que lo codiciaban, conteniendo la trabazón de sus propios partidos con los partidos ajenos, reformando dolorosamente sus instituciones, asentando las bases de su organización económica y hasta venciendo las desconfianzas de sus propios hijos, fijó al fin sus fronteras de una manera consciente, voluntaria y libre, e impuso a las demás naciones el respeto de su soberanía interna e internacional".
[Juan E. Pivel Devoto, Alcira R. de Pivel Devoto, Historia de la República Oriental del Uruguay, 1830-1930, Montevideo, Ed. Medina, 1956, p.57].

"Durante el ciclo de la emancipación que la llevó a una independencia prematura, Hispa¬noamérica -que no constituía una unidad- operó un proceso interno de mayores fraccionamientos, del que resultó la formación de una multiplicidad de estados.
Uruguay es parte de ese proceso, con algunos elementos de originalidad. Ni la patria prefigurada idealmente por hombres providenciales o pueblos predestinados, ni la patria inventada desde el extranjero a contra corriente de la dirección de la Historia.
Resultado de un conjunto de circunstancias históricas, Uruguay nació como estado sin reunir las condiciones suficientes y sin ser realmente independiente. La independencia no fue un acto sino un proceso, cuya parte fundamental se cumplió después de 1828. En su transcurso, el Uruguay se consolidó como estado; esta consolidación se afirmó en el desarrollo de un sentimiento nacionalista que por el carácter y la escasa antigüedad de sus tradiciones, como por la pequeñez del país, sería sólo un nacionalismo moderado".
[Alfredo Traversoni, La independencia y el Estado oriental, Montevideo, Enciclopedia Uruguaya, No. 16,1968].

No hay comentarios:

Publicar un comentario