lunes, 24 de octubre de 2011

Uruguay pastoril y caudillesco


EL URUGUAY PASTORIL Y CAUDILLESCO EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX

(…)
La guerra con el Brasil culminó con la victoria no decisiva de Ituzaingó en febrero de 1827. Desde meses antes mediaba Gran Bretaña en el conflicto a través de su enviado, Lord Pomsomby. La guerra perturbaba gravemente el comercio inglés con la Argentina debido al bloqueo brasileño del puerto de Buenos Aires. Además, a Gran Bretaña le interesaba fomentar la independencia de un pequeño estado sobre el Río de la Plata que impidiera que las dos orillas fueran argentinas. De tal modo ese río, puerta de entrada al principal sistema hidrográfico navegable de América del Sur, se internacionalizaría y el comercio inglés no podría ser obstaculizado por una Argentina fuerte.

En 1830 una Asamblea electa aprobó la Constitución del nuevo país, llamado oficialmente, "Estado Oriental del Uruguay". El régimen jurídico aseguraba, en apariencia, el orden interno inspirándose en modelos europeos y norteamericanos. El nuevo estado sería republicano y garantizaría los derechos individuales mediante la separación clásica de los tres poderes. El derecho del sufragio se impedía a los analfabetos, peones, sirvientes y vagos, la mayoría de la población. En principio, una minoría acomodada elegiría a diputados y senadores que permanecerían 3 y 6 años, respectivamente, en sus funciones. Estos a su vez, y cada 4 años, designarían al Presidente de la República que no podría ser reelecto, sino una vez transcurrido un período de gobierno. Esta Constitución rigió los destinos del Uruguay hasta 1919.

El país real, sin embargo, se salteó este orden jurídico europeizado. Las guerras civiles dominaron el escenario uruguayo hasta por lo menos 1876. En ellas se gestaron los dos partidos que pasaron a la modernidad y sobrevivieron en el siglo XX: el blanco y el colorado.

Una breve crónica de los principales hechos mostrará las etapas políticas y revelará la "anarquía", expresión que apareció en los escritos de los intelectuales que integraron los efímeros gobiernos, y que afloró en las quejas de las clases poseedoras de riqueza.

El primer presidente constitucional, Fructuoso Rivera (1830-1834) debió soportar tres alzamientos del otro caudillo rural, Juan A. Lavalleja.

Su sucesor, Manuel Oribe (1835-1838), tuvo que combatir dos alzamientos del ex-presidente Rivera. En 1836, en la batalla de Carpintería, los bandos usaron por primera vez las dos divisas tradicionales: el blanco distinguió las tropas del gobierno que se titularon "Defensores de las Leyes", y el celeste primero - el otro color de la bandera uruguaya - y el colorado después, fueron usados por los fieles de Rivera. Un segundo alzamiento de este derrocó al gobierno de Manuel Oribe en 1838. Rivera, auxiliado por la escuadra francesa que deseaba acabar con Oribe, el aliado del gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, ocupó Montevideo y se hizo elegir presidente por segunda vez en 1839. Ese año se inició la "Guerra Grande" cuando Rivera declaró la guerra a Rosas quien seguía reconociendo a Manuel Oribe como presidente constitucional del Uruguay. Los dos bandos uruguayos se internacionalizaron. Rivera contó con el apoyo de los enemigos unitarios argentinos y las escuadras francesas e inglesa. Las dos naciones europeas temían que Rosas anexara al Uruguay y deseaban además terminar con el monopolio que sobre la navegación del Paraná ejercía el gobernador de Buenos Aires. Oribe se apoyó en Rosas y puso sitio a Montevideo durante 9 años. (1843-1851).

El conflicto se resolvió cuando se retiraron los europeos e intervino el Imperio del Brasil a favor del Montevideo Colorado. Oribe y Rosas fueron derrotados. A pesar de ello se firmó una paz entre los orientales el 8 de octubre de 1851 por la cual se declaraba que no había ni vencidos ni vencedores.

La atmósfera que siguió a este conflicto fue de fusión entre los partidos. La ruina de la ganadería, el comercio y las fortunas privadas por la larga lucha, ambientó esa política. Pero los dos bandos habían encarnado en la memoria colectiva y la lucha civil se reanudo.

El presidente Blanco Juan F. Giró (1852-1853) fue derribado por un motín del ejército colorado. El nuevo caudillo de este partido, el General y caudillo rural Venancio Flores, gobierno como presidente hasta 1855. En 1856 la fusión y el pretendido olvido de los rencores del pasado llevaron al poder a Gabriel A. Pereira (1856-1860). Bajo su mandato, una fracción del Partido Colorado, llamada Partido Conservador, se alzó en armas y sus jefes fueron derrotados y fusilados en Quinteros por las tropas del gobierno. Entre 1860 y 1864 gobernó el presidente Bernardo P. Berro. Este pretendió continuar con la política de fusión pero los partidos renacieron. En 1863, el General Flores invadió el Uruguay con el apoyo del presidente argentino Bartolomé Mitre y la colaboración final del Imperio del Brasil. Bernardo P. Berro buscó apoyo en el Paraguay para restablecer así decía, el equilibrio en el Río de la Plata. Luego de la caída en manos de Flores de la ciudad de Paysandú (enero de 1865), uno de sus generales mandó fusilar a los más destacados jefes blancos. De este modo ambos partidos tradicionales tuvieron sus mártires y una carga de emotividad que les aseguró larga permanencia.

El triunfo de Flores culminó con su dictadura (1865-1868) y la intervención del Uruguay en la guerra de la Triple Alianza junto a Brasil y Argentina contra el Paraguay. En febrero de 1868, Venancio Flores, que había despertado rencores apasionados, fue asesinado. El mismo día fue ultimado el ex-presidente blanco Bernardo P. Berro. Las tradiciones partidarias se nutrieron de nuevos mártires.

Venancio Flores inició la serie de gobiernos colorados que recién concluyó en 1959. Lorenzo Batlle, su sucesor y presidente constitucional entre 1868 y 1872, debió enfrentar un alzamiento blanco comandado por el caudillo rural Timoteo Aparicio.

Esta revolución fue conocida como de "Las Lanzas" debido al arma que allí se uso de preferencia, lo que testimonia la tecnología militar primitiva de la época. Por su duración (1870-1872) y sus efectos destructivos sobre la riqueza ganadera, es el conflicto civil que mejor puede compararse a la "Guerra Grande". Ambos bandos se reconciliaron en la llamada Paz de Abril de 1872 por la cual los blancos lograron por primera vez coparticipar junto a los colorados en el gobierno. Pero la anarquía persistió hasta 1876 en que el coronel colorado Lorenzo Latorre tomó el gobierno.

Fue por efecto de la lucha y los propios acontecimientos relatados, que colorados y blancos fueron dotándose de ciertos contenidos políticos, sociales y hasta regionales. Las personalidades diferentes y los vínculos sociales distintos de Rivera y Oribe, y el principal de los conflictos citados - la "Guerra Grande" - dieron nueva forma a la oposición colonial entre la Capital y el Interior. Los colorados se identificaron con el Montevideo sitiado, los inmigrantes y la apertura a lo europeo; los blancos, asentados en la campaña sitiadora, se identificaron con el medio rural, sus grandes terratenientes y lo americano-criollo.

Pero estas diferencias no alcanzan para explicar la profundidad del desorden interno que conoció en esos años el Uruguay. Las estructuras sociales, económicas y culturales, así como la tecnología de una civilización pre-industrial, deben ser convocadas para la interpretación del hecho político y completar la imagen del país.

Iglesia Católica, ejército y gran propiedad, los tres pilares del orden conservador en América Latina, eran débiles en el Uruguay.

El alto clero no existía en 1830, recién en 1878 el Uruguay tuvo su primer obispado. El bajo clero era escaso, a menudo extranjero, de escasa formación teológica y relativo nivel moral. Sin propiedades importantes, su influencia se reducía a representar la religión mayoritaria de la población.

El ejército era pequeño y carecía del monopolio de la coacción física. El habitante del medio rural, que manejaba el caballo, el lazo y el cuchillo para trabajar en las faenas rurales, se transformaba a la menor insinuación de sus líderes, en rebelde activo y soldado competidor del profesional.

La gran propiedad, que dominaba la estructura agraria, no estaba asentada. Los poseedores del período revolucionario lucharon contra los viejos propietarios - a menudo ellos también con títulos de propiedad imperfectos - de la colonia. El gobierno debió ser el árbitro de estas tensiones que a menudo se trasvasaron a la lucha entre blancos y colorados, mas afines los primeros a los grandes propietarios y los segundos a los grandes y pequeños poseedores. El lugar social, entonces, dependió del Estado más que el Estado de la clase terrateniente.

Los medios de comunicación y transporte eran los de una civilización ganadera. Un hombre bien montado y con caballos de relevo, podía comunicar Montevideo con San Fructuoso, villa a 400 kilómetros de distancia, en dos días, pero el servicio regular de diligencias, recién organizado a partir de 1850, tardaba por lo menos 4 o 5 días si los ríos y arroyos daban paso y no estaban crecidos. Las carretas que transportaban cueros y lanas tardaban un mes. El ganado fluía a los saladeros por sus propios medios y daba vida a la actividad de un personal especializado en su conducción, el tropero. La agricultura, en cambio, dependía de la pesada y costosa carreta por la que se desarrolló únicamente en torno a las ciudades consumidoras. Sólo la región del litoral, sobre el río Uruguay, gozó de mejores comunicaciones ya que Salto se ligó a Montevideo desde 1860 por líneas de vapores que recorrían la distancia en 3 días.

Mantener el control de la campaña desde la excéntrica Montevideo era muy difícil con este sistema de comunicaciones y transportes. Cuando la noticia de la revolución rural llegaba a la Capital, la subversión ya había tomado cuerpo. Los diversos ejércitos gubernamentales incluso tenían dificultades para conocer sus posiciones y combinar esfuerzos contra los rebeldes, como sucedió por ejemplo, con los colorados durante la "Revolución de las Lanzas".
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Fragmanto de documento elaborado por José Pedro Barrán en www.rau.edu.uy
 Subrayados para este texto


1. - De acuerdo al texto anterior comenta la siguiente frase de J. P. Varela: La guerra es el estado normal de la república
2. - Explica los problemas para el ejercicio del poder que tiene el gobierno central.
3. - ¿Qué factores explican la debilidad del poder central en el caso uruguayo según el autor?
4. - ¿Qué relación encuentras entre la situación en torno a la propiedad de la tierra y las dificultades del gobierno central para ejercer el poder? ¿Y con la constitución de 1830?

martes, 11 de octubre de 2011

marx en mac nell burns


Marxismo
Marxismo

Uno de los tipos de socialismo que ejerció mayor influencia fue el llamado "socialismo científico", de Carlos Marx (1818-1883). Hijo de un abogado judío con­vertido al cristianismo por motivos profesionales, Marx nació en Treves, próxima a Coblenza, en la Renania. Su padre deseaba que siguiera la carrera conven­cional de abogado burgués y con ese objetivo lo envió a la Universidad de Bonn. Pero el joven Marx pronto demostró aversión al derecho y dejó sus estudios de abogado para volcarse a la filosofía y la historia. Luego de un año de permanencia en Bonn se trasladó a la Universidad de Berlín, donde fue influenciado por un grupo de discípulos de Hegel que daban a las doctrinas de su maestro un giro ligeramente radical. Si bien es cierto que obtuvo en 1841 el título de doctor en filosofía en la Universidad de Jena, sus críticas opinio­nes le impidieron plasmar su ambición de ser profesor universitario. En conse­cuencia se dedicó al periodismo, editó varios periódicos radicales y colaboró en otros. En 1848 lo detuvieron bajo la acusación de alta traición por haber inter­venido en el movimiento revolucionario de Prusia. Aunque fue sobreseído por un jurado formado por personas de la clase media, popo tiempo después fue expulsado del país. \Entretanto, había entablado íntima amistad con Federico Engels (1820-1895), quien durante toda su vida continuó siendo su discípulo y alter ego. En 1848 ambos publicaron el Manifiesto comunista, el "primer grito del socialismo moderno". Desde ese momento hasta su muerte, en 1883, Marx pasó casi toda su vida en Londres, enfrentándose a la pobreza y redactando de cuando en cuando algunos artículos, parte de los cuales vendió al Tribune de Nueva York por cinco dólares cada uno. Sin embargo la mayor parte de su tiempo la consagró al estudio de manuscritos polvorientos en el Museo Britá­nico, donde pasaba desde la mañana hasta la medianoche buscando materiales para un gran trabajo sobre economía política. En 1867 apareció el primer volu­men de esa obra titulada Das Kapital. Después de su muerte se publicaron otros dos volúmenes compuestos por manuscritos revisados por algunos de sus discípulos.
No todas las doctrinas de Carlos Marx son enteramente originales. Pero aunque debe algunas ideas a Hegel, otras al socialista francés Louis Blanc (1811-1882) y algunas, probablemente, a Ricardo, Marx fue el primero que coordinó esas ideas en un sistema general y les dio todo su significado como explicación de las realidades de la economía política. La teoría marxista ha sido una de las que más han influenciado en los tiempos modernos; por lo tanto es necesario comprender sus doctrinas fundamentales. Las principales son las siguientes:
1)   Interpretación   económica   de   la   historia.   Todos   los   grandes   movimientos políticos, sociales e intelectuales de la historia han sido definidos por el ambiente económico  del que nacieron. Marx no dice que el motivo económico es el único que explica el comportamiento humano, pero sostiene que todos los sucesos histó­ricos fundamentales,  cualquiera que  haya sido  su carácter superficial, fueron re­sultado de cambios en los métodos de producción e intercambio de mercaderías.
De esta  forma, la  revolución  protestante  fue  fundamentalmente un  movimiento económico.   Los  desacuerdos  con  respecto  a la  doctrina  religiosa fueron simples "velos ideológicos" que escondían las causas verdaderas.
2)   Materialismo   dialéctico.   Cada   sistema   económico,  fundado  en  una  norma precisa de producción e intercambio, llega a lograr la eficiencia máxima, y luego nacen en su seno contradicciones o debilidades que motivan su rápida decadencia.
Mientras tanto  se  van  sentando  paulatinamente  las bases de un sistema opuesto que a la larga reemplaza al otro, al mismo tiempo que absorbe sus elementos más valiosos.  Este  proceso  dinámico  de evolución histórica continuará mediante una serie- de victorias de lo nuevo sobre lo viejo hasta que se llegue a la meta perfecta del comunismo. Es indudable que luego continuarán produciéndose cambios, pero sobrevendrán dentro de los límites del comunismo.
3)   Lucha  de  clases.  La historia entera consiste en una lucha de clases. En la antigüedad, una pugna entre amos y esclavos; en la Edad Media un conflicto entre los señores y los siervos; en la actualidad se ha reducido al enfrentamiento entre los capitalistas y el proletariado. Los primeros logran sus ingresos principales mediante la posesión de los medios de producción y la explotación del trabajo ajeno. Los proletarios dependen de un salario para ganarse la vida, deben vender su fuerza de trabajo para poder vivir.
4)   Doctrina  de  la  plusvalía.  El trabajador crea toda la riqueza. El capital no crea nada, aunque es creado por el trabajo. El valor de todas las mercaderías es fijado   por la  cantidad  de  fuerza de trabajo  necesaria para producirlas. Pero el obrero   no   percibe  todo   e!  valor que  crea  su  trabajo,  sino  un  salario  que, en general,  es justamente  el  suficiente  para poder subsistir y reproducir su especie.
La diferencia entre el valor que crea el obrero y el que recibe es la plusvalía, que pasa a poder del  capitalista. Por lo general está formado por tres elementos: el interés,  la  renta  y los beneficios.  Como  el  capitalista  no crea ninguna de estas cosas, se descuenta que es un ladrón que se apropia de los frutos del trabajo del obrero.
5)   Teoría de la  evolución socialista. Cuando los obreros hayan propinado ya el golpe de muerte al capitalismo comenzará la etapa del socialismo. Este tendrá tres características: la dictadura del proletariado, el pago en relación con el trabajo realizado y la posesión y empleo por el estado de todos los medios de producción, distribución e intercambio. El socialismo es el pasaje a una etapa más elevada. Con el tiempo lo sucederá el comunismo, la meta ideal de la evolución histórica. Comunismo implicará sobre todo, una sociedad sin clases. Nadie vivirá de lo que posee, sino solamente de su trabajo. El estado desaparecerá; será confi­nado al museo de antigüedades "juntamente con el hacha de bronce y el torno de hilar". Será sustituido por asociaciones voluntarias que emplearán los medios de producción y satisfarán las necesidades sociales. Pero la esencia del comunismo es la retribución de acuerdo con las necesidades. El sistema de salarios quedará completamente abolido. Cada ciudadano deberá trabajar en relación con sus facul­tades y tendrá derecho a recibir del fondo total de la riqueza producida una cantidad en proporción con sus necesidades. Esta es la culminación de la justicia según la concepción marxista.
En lo psicológico, Marx fue uno de los expositores originales del concepto de "alienación". Concebía al hombre moderno divorciado de las condiciones de su vida natural, un vagabundo en una tierra extraña, sin ningún sentido de su misión o su destino.



LA INFLUENCIA DE MARX
(…) En todos los países industrializados había antes de la Primera Guerra Mundial un Partido Socialista muy poderoso, y en Alemania obtuvo, después de 1912, la representación más numerosa en el Reichstag. La aparición del socialismo ha ejer­cido en casi todas partes una influencia vital, ya que ha fomentado el estableci­miento del seguro social, las reglamentaciones sobre el salario mínimo y los im­puestos a los réditos y las herencias con el propósito de redistribuir la riqueza. Marx, por supuesto, no se preocupaba por esas cosas como fines en sí mismas, pero las clases gobernantes se fueron dando cuenta paulatinamente de que les convenía admitirlas para aplacar a los socialistas. Estos apoyan también la acción cooperativista, la nacionalización de los ferrocarriles y los servicios públicos e innumerables planes para la protección de los obreros y los consumidores contra el poder del capitalismo monopolista.

REVISIONISTAS Y MARXISTAS ORTODOXOS
A fines del siglo XIX los partidarios de Marx se dividieron en dos facciones. En casi todos los países, la mayoría se solidarizó con las doctrinas del grupo llamado de los revisionistas, quienes, como muestra su nombre, consideraban que las teo­rías de Marx debían ser revisadas para ponerlas de acuerdo con las condiciones cambiantes. El otro grupo estaba formado por los marxistas ortodoxos, que sos­tenían que no se debía modificar ni una tilde en las concepciones del maestro. Además de esta división en la actitud general había otras diferencias concretas. Mientras los revisionistas deseaban que se llegara al socialismo mediante métodos pacíficos y graduales, los marxistas ortodoxos apoyaban la revolución. Los revisionistas concentraban su atención en las reformas inmediatas; los marxistas orto­doxos exigían la dictadura del proletariado o nada. Los dirigentes de la facción mayoritaria estaban dispuestos a reconocer los intereses de las distintas naciones, se inclinaban a hablar de los deberes para con la patria y con frecuencia secun­daban los pedidos de sus gobiernos para que se incrementasen los armamentos y se ampliase el período de servicio militar. Los marxistas ortodoxos, en cambio, eran internacionalistas inflexibles, se atenían a la tesis de Marx de que el proleta­riado mundial es una gran hermandad y refutaban el patriotismo y el naciona­lismo como recursos capitalistas para burlar a los obreros. Por lo general, los revisionistas se apropiaron de la dirección de los partidos socialistas en la mayoría de las naciones occidentales. El Partido Socialdemócrata de Alemania, el Partido Socialista Unificado de Francia y el Partido Socialista de los Estados Unidos, estaban regidos casi completamente por la facción moderada. En Inglaterra, la dirección del Partido Laborista estaba en la mayoría de los casos en manos de los socialistas “fabianos”, llamados así por su política dilatoria imitada dé la táctica de Fabio, general romano en la guerra contra Cartago. Sobresalieron entre los fabianos Beatriz y Sidney Webb, el novelista H. G. Wells y el dramaturgo George Bernard Shaw.

Tomado de Edward Mc Nall Burns. CIVILIZACIONES DE OCCIDENTE Ed. Siglo XX 14 ed 1983




La lucha de la clase obrera fue con frecuencia acompañada de derrotas. Y, sin embargo, la sociedad capitalista lleva en sí misma la victoria final del prole­tariado. ¿Por qué? Sencillamente porque el desarrollo del capitalis­mo lleva consigo la transforma­ción de grandes masas populares en proletariado. La victoria del gran capital implica la ruina del artesano, del pequeño -comer­ciante y del campesino. Cada pa­so que da el desenvolvimiento capitalista aumenta el número de proletarios. Cuando la burguesía sofoca movimientos obreros con­solida el orden social capitalista. El desarrollo del orden social ca­pitalista trae la ruina para millo­nes de pequeños propietarios y campesinos, haciéndolos siervos del capital. Con esto crece el nú­mero de proletarios, o sea de los enemigos de la sociedad capita­lista. La clase obrera, no sólo se hace numéricamente más fuerte, sino también más compacta. ¿Por qué razones? Precisamente por­que con el desarrollo del capita­lismo crecen también las fábri­cas. Cada gran fábrica alberga entre sus muros millares y hasta decenas de millares de obreros. Estos obreros trabajan en estre­cho contacto entre sí. Ven fácil­mente cómo los explota el em­presario capitalista, se dan cuen­ta en seguida de que todo obrero es el amigo y compañero de los demás obreros. Unidos en el tra­bajo, aprenden a obrar de común acuerdo. Tienen además la posi­bilidad de entenderse con más rapidez. He aquí por qué con el desarrollo del capitalismo crece, no sólo el número, sino la unión de la clase obrera.”
nikolai bujarin:  

El ABC del comu­nismo. Tomado de Antonio Fernández: Historia del Mundo Contemporáneo. Ed. Vincens Vives Barcelona 1997. p 268





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MARXISMO

De las diferentes doctrinas socialistas surgidas en el siglo XIX, el marxismo es una de las más importantes por la incidencia que tuvo en su tiempo y por su influencia en las transformaciones revolucionarias del siglo XX.
Sus creadores fueron Carlos Marx y Federico Engels.

CARLOS MARX (1818 – 1883), de nacionalidad alemana y perteneciente a una familia burguesa judía convertida al protestantismo, hizo estudios de derecho, historia y filosofía en las universidades de Bonn y Berlín, graduándose en filosofía en la universidad de Jena. Deseaba dedicare a la docencia, pero las circunstancias lo orientaron hacia el periodismo. Sus actividades políticas lo obligaron a marchar de un país a otro hasta que se radicó definitivamente en Inglaterra, viviendo modestamente con su familia y recibiendo la ayuda permanente de Engels.
FEDERICO ENGELS (1820 – 1895), también de nacionalidad alemana, vivió desde 1842 en Inglaterra, teniendo a su cargo una fábrica de tejidos. Vinculado con los grupos socialistas alemanes e ingleses, desarrolló una intensa labor periodística y de organización del movimiento obrero. Después de 1843, mantuvo una íntima amistad con Marx, a quien ayudó económicamente y con quién colaboró en forma permanente reconociéndolo como su maestro.

           EL MATERIALISMO DIALÉCTICO

Hemos usado hasta ahora término de “marxismo” por comodidad, pero el nombre correcto de la filosofía de Marx y Engels es el de materialismo dialéctico.Efectivamente, se trata de una concepción filosófica y, como cualquier otra de su misma naturaleza, le interesa una explicación de los fenómenos del universo y de las relaciones del hombre con ese universo. El materialismo dialéctico es una concepción del mundo.  Para Marx el hombre conoce porque actúa (su teoría del conocimiento); para él sólo a través de la actividad se llega al conocimiento. A esa actividad la denominó “praxis”. De esta posición deriva Marx su postulado de que el materialismo dialéctico no sólo interpreta al mundo, sino que desea transformarlo.
El materialismo sostiene que la materia es anterior a la idea, al espíritu; decir pues, que Marx es materialista, significa que se afilia a la concepción materialista del universo, y que cree que lo material condiciona el pensamiento, las ideas del hombre.

Veamos ahora el significado de la palabra “dialéctica”.
La dialéctica es la evolución, el cambio, el devenir, la transformación de las realidades materiales y espirituales. Para Marx las cosas cambian porque existe dentro de ellas una contradicción, una oposición de contrarios, una lucha.
Entonces el “materialismo dialéctico” de Marx es una concepción filosófica que sostiene que la materia es previa a la idea y la determina, y que todo evoluciona, todo cambia dialécticamente, o sea, a través de la oposición, de la lucha, de la contradicción. Los cambios que se produzcan en la naturaleza, en la realidad social, en el devenir histórico, repercutirán en la ideología.
Sabemos entonces que el materialismo dialéctico es una concepción filosófica. Aplicado a la historia, recibe el nombre de materialismo histórico.
Aplicado a la política, se le conoce con el nombre de socialismo científico o marxismo.
Aplicado a la economía, se llama escuela o doctrina económica marxista.
 Marx llamó a su propia concepción “socialismo científico” por que entendía haber descubierto las leyes científicas que rigen la evolución de la sociedad; por oposición denominó “utópicos” a los primeros pensadores socialistas, porque creyó que no habían hecho un estudio acabado y científico de la realidad social.

EL MATERIALISMO HISTÓRICO

Marx quiso estudiar las causas que producían la miseria de la clase obrera y para ello se internó en el análisis de la sociedad y de la economía que la engendraban. Llegó a la conclusión de que la miseria y la alineación del hombre no se resolvían obteniendo mejoras en las condiciones de trabajo y en el salario, sino transformando la sociedad. Es decir, eliminando las condiciones económico – sociales que producían tales consecuencias, y creando una nueva sociedad y una nueva economía donde “el hombre no fuera explotado por el hombre” (Saint – Simon).
Analizó los fenómenos de la producción y de la distribución e intentó desentrañar las leyes de la evolución de la sociedad capitalista, así como sus contradicciones que según él, la transformarían dialécticamente en otra sociedad: la socialista.
Como Marx era materialista, se deduce que el factor material tuvo para él primordial importancia. Cuando estudia una sociedad, o “estructura social”, como la llama, observa lo siguiente: que toda sociedad tiene una base, una “infraestructura”, que es su economía. Sobre la economía se apoya la sociedad o “estructura social”, y sobre ésta lo que la sociedad piensa y cree: el derecho, la religión, la ciencia, el arte, la filosofía, todo lo cual recibe el nombre de “superestructura”.
La economía es, pues, el elemento determinante de la sociedad. según sea la economía de una sociedad, así será la sociedad y así será su ideología, su superestructura.
Supongamos una sociedad muy primitiva. Su infraestructura, o sea, su economía, es la caza. La sociedad que esta economía engendra es una sociedad simple donde no hay mayores diferencias entre los hombres: una tribu, que tiene un jefe o un consejo de ancianos que la dirige, y donde todos los hombres son iguales y se reparten el producto de la caza. Su superestructura es también rudimentaria: un arte mágico, donde se representan los animales que sirven de sustento a los hombres, una religión zoomórfica que los endiosa, etc.
A fines del siglo XIX fue muy criticada esta posición porque se sostenía que el hombre tenía cabeza, pensaba, y podía modificar la infraestructura. Engels (Marx ya había muerto) contestó desarrollando el concepto de la “acción recíproca”: así como la infraestructura influye en la sociedad y en la superestructura, también hay elementos en la superestructura que pueden provocar una modificación en la economía, o sea, en la infraestructura.
Además, es útil recordar que el materialismo dialéctico se propone no sólo describir, sino transformar el mundo. Como toda doctrina filosófica y política, pertenece a la superestructura. Si la superestructura no pudiera influir en la economía y en la sociedad, el materialismo dialéctico sería inútil, no tendría objeto. Esa es la respuesta que los marxistas dan a aquellas críticas.
DINÁMICA DE LAS SOCIEDADES.
Como la economía es el elemento determinante de la sociedad, Marx concentra su estudio en la infraestructura, donde encuentra tres elementos definidos:
1.     las formas de producción: constituyen la manera o el medio en que una sociedad produce los elementos que necesita para la vida (Ejemplos: la caza, la agricultura, la industria).
2.     las fuerzas de producción: serían tres: la naturaleza; los instrumentos de producción (utensilios herramientas, máquinas); y el hombre.
3.     las relaciones de producción: son las relaciones o las posiciones que los hombres adoptan en el proceso productivo, es decir, las clases sociales.
Las fuerzas de producción son un elemento dinámico que progresa, que se perfecciona incesantemente: desde el arado de madera hasta el moderno tractor, desde la carreta hasta el ferrocarril. Y también se perfecciona el hombre productor: desde el cazador paleolítico hasta el técnico moderno. Ese progreso permanente es lo que hace el dinamismo de las fuerzas de producción, lo que impulsa a la economía hacía nuevas formas de desarrollo y de abundancia. Pero frente a esas fuerzas dinámicas, están las relaciones de producción que son estáticas, fijas, que no responden a los progresos técnicos: son las clases sociales.
Según las épocas, los hombres se alienaron en estas relaciones de producción, o, lo que es lo mismo, en estas clases sociales: amo y esclavo, señor feudal y siervo, patrono y obrero. Estas estructuras sociales, que siempre tienen un sector favorecido, no quieren desaparecer frente al progreso de las fuerzas de producción que en determinado momento exigen otra conformación social. Y entonces se produce el choque, el enfrentamiento, la lucha, entre las fuerzas de producción y las relaciones de producción: es la época de la revolución social.
Marx sostiene que esa sociedad capitalista (tesis) engendra a su propio enemigo, el proletariado (antítesis); del enfrentamiento entre ambos surgirá la sociedad socialista (síntesis). Marx cree que este desenlace será ineludible porque las propias contradicciones internas de la sociedad capitalista la llevaran a él. Esas contradicciones están representadas en el hecho de que la producción es social (el grupo de obreros que trabaja en una fábrica), mientras la propiedad de los medios de producción (máquinas) y el beneficio que se obtiene de ella es individual (del dueño de la fábrica). Esto implica que el beneficio o ganancia que obtiene el patrón lo realiza a expensas del trabajo de los obreros; cuanto menos pague, más dinero ganará. Lo cual lleva, sostiene Marx, a la crisis periódicas que sufre el capitalismo: de superproducción o infraconsumo. Por sus bajos salarios los obreros no pueden consumir, la producción se acumula sin vender, las fábricas cierran, los proletarios se quedan sin trabajo, toda la sociedad padece. Por lo tanto, “la sociedad no puede seguir viviendo bajo el imperio de esa clase; la vida de la burguesía se ha hecho incompatible con la de la sociedad”. Entonces surge la revolución social.
Pero esta revolución social no es el enfrentamiento de fuerzas impersonales, las fuerzas de producción contra las relaciones de producción, sino que detrás de ellas están los hombres, están las clases sociales. Por lo tanto, la lucha se da entre ellas, es una lucha social, de clase contra clase. Marx y Engels comienzan el “Manifiesto Comunista” afirmando: “La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases”. Así, es la clase burguesa la que derrotó en la Revolución Francesa a la clase feudal; y así será el proletariado el que derrotará a la burguesía y hará surgir la nueva sociedad. De esta forma la sociedad que la burguesía ha creado deberá dejar paso a otra nueva. De esta manera, a través del choque de clases, es como Marx explica el pasaje de una sociedad a otra, y más específicamente el pasaje de la sociedad capitalista a la sociedad socialista.
Podemos analizar más detenidamente este último episodio, porque en él se encuentra lo esencial del pensamiento marxista. Para ello vamos a darle cierta ordenación arbitraria a las distintas ideas de Marx, para que se haga más comprensible el proceso que él señala.

En primer lugar, el concepto del valor – trabajo. Un objeto vale por el trabajo que haya costado producirlo; su valor es el trabajo contenido. El valor de la materia prima depende del trabajo que le llevó al hombre conseguirla; por ejemplo, es más difícil hallar y extraer oro de una mina que hallar y cortar madera en un bosque, por eso el oro vale más. Lo mismo ocurre con los artículos manufacturados: si un traje leva el doble de trabajo que una camisa, valdrá dos veces más el traje que la camisa. Pero, ¿cómo se mide el trabajo necesario para hacer uno y otra? Por el “tiempo de trabajo necesario”.  La cantidad de “tiempo de trabajo necesario” incorporado a un artículo es lo que le da su valor, y además lo que permite establecer una relación de valor, una medida, entre ese artículo y otros (ejemplo: el traje insumió el doble de “tiempo de trabajo necesario” que la camisa).
En segundo lugar el concepto de plus – valía, quizás la idea económica más importante de Marx. Significa “mayor valor”: es la cantidad de trabajo no pagado al obrero que queda a beneficio del patrono. Por ejemplo: el patrono le paga un salario mínimo al obrero y ese salario lo rescata con el valor de los artículos que el obrero produce en cinco o seis horas de trabajo; pero en esa época, el obrero trabajaba doce o catorce horas diarias, lo que quiere decir que con su trabajo producía valores muy superiores a los que él recibía a través del salario. Esos “valores mayores”, que produce pero no cobra, quedan a beneficio del patrono, son la “plus – valía”.
En otras palabras, la diferencia que hay entre el valor de los objetos que el proletario produjo y el valor del salario que recibió, es la plus – valía.
En tercer lugar, el concepto de la concentración de capitales.
Esquematizando la idea, podemos decir que cuantos más obreros tenga un patrono más plus – valía ganará y más se enriquecerá. Cuánto más rica una empresa, mayor competencia podrá hacer a las más débiles, conduciéndolas a la ruina. Los pequeños comercios y empresas cerrarán, los pequeños propietarios se convertirán en proletarios para vivir, la clase media irá desapareciendo, la sociedad terminará polarizándose entre una minoría de muy ricos, dueños de todas las empresas y fábricas, es decir, de todos los medios de producción, y una inmensa mayoría de muy pobres o proletarios. Se producirá así, piensa Marx, la concentración de capitales en unas pocas decenas de hombres y grandes empresas monopolistas; y por el otro lado, millones de obreros desposeídos y miserables. Entonces, los objetos que salen de las fábricas no pueden ser comprados por casi nadie; se producen las crisis de superproducción o infraconsumo cada vez más graves, cada vez más profundas, hasta que el deteriorado sistema sea destruido por una revolución proletaria.
El cuarto concepto es el de la revolución social o sea la lucha de clases (proletarios contra burgueses). Esa revolución social llevará al proletariado a tomar el Estado y establecer desde esa posición su dictadura.
Este es el quinto concepto: la dictadura del proletariado. Haciéndose dueño del Estado, el proletariado utilizará su fuerza para expropiar a la burguesía y eliminarla como clase aparte. Socializará entonces todos los medios de producción: tierra, fábricas, es decir, de propiedad privada que eran los convertirá en propiedad de toda la sociedad. Y finalmente impondrá todas las condiciones necesarias para el establecimiento de una sociedad socialista; o sea, que ésta de la dictadura del proletariado es una etapa de transición.
El último concepto es el de la sociedad socialista, que tendrá los siguientes caracteres:
·                     no habrá clases sociales; había dos, burguesía y proletariado, pero el último absorbió, integró dentro de sí a la primera al desposeerla de la propiedad privada, que era la que le daba un basamento social distinto. Al ser ahora la propiedad social, común a todos los hombres, no existirán clases.
·                     no habrá Estado. Él desaparecerá lentamente para dejar lugar a la auto – administración de los hombres.
·                     la humanidad se organizará en comunidades de producción y de consumo, donde todos trabajarán y todos consumirán el producto de ese trabajo. En una primera etapa, a cada uno se le daría “de acuerdo con su trabajo”, sería la sociedad socialista. En la segunda etapa, cuando las fuerzas productivas estuvieran desarrolladas al máximo, cada hombre recibiría “de acuerdo a sus necesidades”; sería la sociedad comunista.


1)              SOCIALISMO REVISIONISTA

EDUARDO BERNSTEIN (1850 – 1932) fue un pensador alemán que escribió a fines del siglo XIX. Era marxista, pero sometió esa teoría a una revisión a la luz de las nuevas realidades históricas surgidas en la segunda mitad del siglo.
Al escribir en el último decenio del siglo, Bernstein estaba considerando la situación europea de la segunda Revolución Industrial, la que difería sensiblemente en muchos aspectos  de la analizada por Marx. De allí sus discrepancias con éste y la formulación de su propia teoría político – económica.

 
Las diferencias se encontraban en muchos hechos distintos. En la segunda Revolución, la industria se había convertido en la espina dorsal de los principales países europeos; el proletariado, por ende, había crecido tanto en número como en importancia económica y social, lo que creó presiones que llevaron a contemplarlo a través de nutrida legislación laboral y social. Al mismo tiempo, ese proletariado empezó a organizarse en sindicatos obteniendo así la fuerza necesaria para hacer cumplir esa legislación, elevar sus salarios y mejorar en general sus condiciones de vida y de trabajo. Habían nacido ya los Partidos socialistas en varios países europeos, y su función principal fue batallar para lograr una elevación del nivel de vida de la clase obrera a través de su labor parlamentaria y de su defensa política

domingo, 2 de octubre de 2011

LIBERALISMO DESDE NAHUM


LIBERALISMO EN EL SIGLO XIX

El liberalismo es una de las corrientes ideológicas típicas del siglo XIX. Es un producto de la Ilustración y de la Revolución Francesa en sus inicios, cuando la burguesía la dirigió; y es por lo tanto la bandera política de la burguesía francesa y europea en su doble oposición a la monarquía absoluta y a la democracia jacobina. Frente a los principios absolutistas de la autoridad y la jerarquía, levantó las ideas, hijas de la revolución, de la libertad y de la igualdad.
Pero, si bien más tarde y en algunos países como Inglaterra y Francia evolucionó hacia una posición democrática, esencialmente no lo es. Como ideología típica de la burguesía industrial y comercial de la Europa que recién se industrializaba, temía a las masas, temía al pueblo al que creyó ver en el poder, dirigido por los jacobinos, durante el Régimen del Terror en los años 1793 – 1794.
Para eludir ambos peligros (el de la monarquía absoluta y el del gobierno democrático) y para asegurarse el papel político predominante que aspiró a desempeñar basándose en su hegemonía económica sobre la nación, la burguesía liberal vio como régimen político ideal la monarquía constitucional basada en el sufragio censitario. Como lo expresaba uno de los típicos representantes de la época, Casimiro Périer:
“Si no hay monarquía, el régimen deriva hacia la democracia, y entonces la burguesía no es más la dueña. Sin embargo, es necesario que ella lo sea, por razones de principio, y porque ella es la más capaz”.
Esta ideología liberal, que puso el acento en las ideas de la libertad y de los derechos naturales, es aplicada a los más variados campos de la actividad humana. Hay, así, un liberalismo político, un liberalismo económico, social, religioso, etc. Los dos primeros fueron los que alcanzaron mayor desarrollo doctrinario y los que más influyeron en las corrientes de ideas del siglo XIX.
Uno de los principales objetivos de los liberales era el de salvaguardar los derechos individuales; reclamaban el respeto de la libertad de expresión, la de prensa, de reunión y de asociación, es decir, fundamentalmente, los derechos políticos del hombre. Para conseguir esto, no había otro camino que limitar la autoridad del soberano y del Estado. Y para obtener ambas cosas, la vigencia de los derechos ciudadanos y la limitación del poder estatal, era indispensable una Constitución.
Ella, según los liberales, sería la garantía de la aplicación de aquellos derechos y de la limitación de este poder.
El otro objetivo fundamental a que apuntaban era la participación de la burguesía en la administración del Estado y en la redacción de las leyes a través de asambleas legislativas. Este objetivo derivaba del convencimiento de que debía corresponderle a la burguesía un rol, principal en la vida política del país, acorde con su papel predominante en la vida económica. No podemos olvidar que el siglo XIX es el siglo del ascenso de la burguesía, y que el liberalismo es su ideología.








Así, pues, los dos puntos principales de su programa, obtención de las libertades política y participación en la dirección del Estado, obtendrían satisfacción de lograrse la aprobación de una Constitución liberal. Por eso es que todos los movimientos liberales europeos de 1830 y 1848, la reclaman y centran en su obtención el triunfo de sus luchas.
Pero ya dijimos que en esta primera mitad del siglo XIX por lo menos, el liberalismo no fue una ideología democrática. La burguesía todavía estaba asustada por los que llamaba “excesos” de la Revolución Francesa, protagonizados por las masas populares, y veía con creciente desconfianza el aumento numérico de una clase social que surgía debido a la introducción del maquinismo en Europa: la clase obrera. Por lo tanto, si bien la burguesía liberal pedía una Constitución, no pedía el sufragio universal, y era sobre esto y no sobre aquélla en que habría de basarse la democracia política.
Había liberales monárquico – constitucionales y monárquico-parlamentarios y ambos sectores eran partidarios de un régimen electoral censatario, es decir, basado en la riqueza (sólo aquellos que por poseer determinada cantidad de bienes pagan ciertos impuestos, pueden votar y participar en la vida política de la nación). De esta forma con esta ideología típica de la burguesía se aseguraban la participación exclusiva en la política del Estado.
Más adelante, sin embargo, en la segunda mitad del siglo especialmente, y contra los deseos de la burguesía, el liberalismo irá evolucionando lentamente hacia la democracia, sobre todo en Inglaterra y Francia. Y ello ocurrirá porque tanto las masas populares como el Estado empiezan a apropiarse, y a aplicar, aquellos puntos del programa liberal que reclamaban los derechos políticos para todos los ciudadanos.
Hacia la democracia política
La Segunda Revolución Industrial, que se produce en la última mitad del siglo, provocó grandes cambios en las sociedades europeas occidentales. Aumento de la población; crecimiento de las ciudades; multiplicación de los problemas urbanos tales como alojamiento, transporte, energía; nacimiento de los sindicatos obreros; predominio de la industria en la vida económica del país e importancia creciente de sus protagonistas, obreros e industriales; extensión de las clases medias por la difusión de nuevas técnicas y oficios, tales fueron algunos de los nuevos elementos que modificaron la vida de la sociedad y la posición tradicional del Estado frente a ella.
Las acuciantes reclamaciones de los sectores obreros para mejorar sus condiciones de vida y de trabajo, la necesidad que sentía el país de que la industria, ahora convertida en el principal sector de la economía, no detuviera su marcha, determinaron una variación del tradicional enfoque liberal acerca de las funciones del estado.
Ganada así por preocupaciones sociales, y decidida a defender la estructura social que la beneficiaba, la clase gobernante, fundamentalmente la burguesía, inició una serie de concesiones en el plano político y jurídico que, al mismo tiempo que aplacaban las reivindicaciones más urgentes, le permitían mantener el control del Estado.
Se produce lentamente, incluso por sus antiguos defensores, un abandono de la tradicional concepción liberal del estado “juez y gendarme”. En el último cuarto de siglo el Estado se vio impulsado necesariamente a preocuparse de la suerte de las clases menos favorecidas.
El Estado comenzó a practicar lo que se llamó “fines secundarios” en tres sectores principalmente: asistencia médica, servicios públicos y enseñanza. Pero la complejidad creciente de la sociedad lo embarcó más tarde en actividades comerciales, industriales, de transporte, etc. Hasta configurar la imagen actual del Estado contemporáneo (por Ej. Democracia política).
Los liberales se democratizaron, algunos por temor, y otros por el maduro convencimiento de que ya, sin el apoyo de los más amplios sectores de la sociedad, no era posible gobernar.
Las vías para ese proceso de democratización política fueron disímiles según los distintos países. Pero, en general, podemos señalar las siguientes como las de mayor importancia: implantación del sufragio universal, difusión del sistema parlamentario[1] , extensión de la enseñanza, etc.
El progreso de la industrialización, el afianzamiento y organización de la clase obrera, la complejidad de las urbes modernas, la mayor sensibilidad social, el ascenso de las masas, son otros tantos factores que explican la extensión de la democracia política en la segunda mitad del siglo XIX.
EL LIBERALISMO ECONÓMICO
El liberalismo económico es uno de los aspectos más importantes de la doctrina liberal, a tal punto que casi se constituyó en una teoría independiente, especialmente volcada al estudio de los fenómenos económicos.
Reconoce sus antecedentes principales en la obra del economista escocés Adam Smith y de la escuela fisiocrática francesa, ambas del siglo XVIII. La fisiocracia sostenía que el fenómeno económico era un fenómeno natural y por lo tanto las leyes naturales de la economía debían desenvolverse libremente, sin la mínima intervención del Estado. Acuñó la famosa frase “laissez faire, laissez passer”, que resumía su posición favorable a la más amplia iniciativa individual en el campo, sin trabas impositivas o legales que estorbaran la actividad en ese terreno.
Coincidiendo con esas premisas y ampliándolas, Adam Smith postulaba la libre iniciativa individual impulsada por el afán de lucro, la libre competencia, que regularía la producción y los precios, y el libre juego del mercado, que se desarrollaría plenamente siempre que se respetaran esas leyes naturales. Pone el acento especial (al igual que los fisiócratas) en la libertad de la actividad económica del individuo y de la economía en general.
“El liberalismo político y el económico son dos caras de una misma doctrina”.
Los economistas liberales sostenían que una sociedad económica estaba integrada por productores individuales que aportaban sus productos y los intercambiaban con otros productores, compraban lo más barato posible y vendían al mejor precio que pudieran obtener. Era la teoría del intercambio de bienes en un mercado libremente competitivo en donde los precios se fijaban por la propia situación del mercado, sin ninguna intervención exterior. Cuando había demanda de un artículo, y por lo tanto, los precios eran altos, la producción aumentaba porque, guiados por su afán de lucro, los productores aprovechaban ese momento de auge. Esto llevaba a un exceso de producción, o sea de oferta, lo que hacía descender el precio del artículo ante su abundancia; los productores, entonces, disminuían su fabricación hasta que su relativa escasez obligaba a los consumidores a pagar más para conseguirlo. Nuevo aumento de los precios, y nuevo incremento de la producción. Esas serían las “leyes naturales” de un mecanismo perfecto que avanzaba, se frenaba y regulaba solo, automáticamente, “naturalmente”. Esta libertad en la economía producía una “armonía natural de intereses” y si el estado interviniese estaría alterando dicha armonía. Por eso es que el Estado debía limitarse solamente al orden interno y a la seguridad exterior, este es el concepto típico del liberalismo económico (Estado juez y gendarme). El Estado debía mantener las leyes, internas, castigar a quién las viole, proteger las fronteras, pero no intervenir en absoluto en la vida privada de los ciudadanos, uno de cuyos aspectos es la actividad económica.
La doctrina del liberalismo económico se basaba en los siguientes principios:
· Ley natural. El liberalismo entiende que la economía está regida por leyes naturales, y en la medida en que esa economía se desarrolle libremente, sin trabas, será una economía sana, natural, creadora de riquezas para todos los ciudadanos.
· “Laissez faire, laissez passer. Retoman la divisa de la fisiocracia, propugnando la abolición de impuestos, reglamentaciones, monopolios y todo otro obstáculo jurídico o fiscal que entorpezca aquel desarrollo.
· Anti – intervencionismo. De lo anterior se deduce claramente que son enemigos de la intervención del Estado en la economía, asignándole solamente el papel de guardián del orden.
· Libre empresa. Son partidarios de la más completa libertad individual en el campo económico, creyendo que cada productor es el que mejor sabe cuánto le conviene producir y a qué precio le conviene vender. Su afán de lucro, su deseo de ganar en los negocios, lo llevarían a la prosperidad, y junto con él se enriquecería toda la sociedad, porque el progreso colectivo está hecho de los progresos individuales.
· Libre comercio. Aplicando estas ideas al comercio exterior, reclaman la abolición de las aduanas y la entrada y salida libre de trabas de todas las mercaderías. Sus principales defensores son los liberales ingleses quienes, basados en la superioridad técnica que les daba el hecho de que Inglaterra había sido la cuna de la Revolución Industrial, estaban en condiciones de inundar sin competencia todos los mercados europeos con sus productos manufacturados.
· Libre contrato. Tanto el patrono como el obrero debían ponerse de acuerdo libremente sobre el contrato de trabajo y salario. Partiendo del concepto de que todos los hombres son iguales, los liberales consideraban que nadie más que esas dos personas debían intervenir en esa transacción, y menos que nadie el Estado. Pero si bien es cierto que obrero y patrono eran dos hombres libres, no eran dos hombres iguales. El patrono tenía como respaldo su capital (dinero, fábricas, máquinas), mientras que lo único que tenía el obrero para vivir era la cesión de su fuerza de trabajo mediante un salario. Salario que el patrón ofrecía y que él no podía negarse a aceptar, porque detrás suyo había cientos de hombres en situaciones similares de miseria, necesitados de trabajar y esperando una oportunidad para hacerlo. No olvidemos que en la época existía abundancia de mano de obra como consecuencia del éxodo rural.
· Libre asociación. Los liberales exigían una completa libertad para que los comerciantes, industriales y empresarios pudieran asociarse en entidades defensoras de sus intereses económicos. En cambio se negaban a aceptar cualquier tipo de asociación obrera aduciendo que entorpecería la continuidad de la producción, y podría dar lugar a conflictos sociales y huelgas. En este punto, abandonando su clásico anti-intervencionismo llegaron a pedir la acción del estado para prohibir su existencia.
En resumen, el liberalismo económico fue una teoría acorde con los intereses sociales y económicos de la burguesía. Su aplicación le aseguraba una clara hegemonía económica, como el liberalismo político se la proporcionaba en el plano del poder público.
En el siglo XIX la burguesía pudo a la vez vencer el absolutismo político y encaramarse en el poder estatal, y contener el revolucionarismo del proletariado y conservar su situación económica de predominio.

[1] Con el sufragio universal, el parlamento era elegido por el pueblo, y los contemporáneos vieron en esa institución una garantía efectiva de la democracia política.