domingo, 6 de noviembre de 2011

el problema de la legitimidad en la construcción de Estado uruguayo moderno

Las dictaduras encabezadas por Latorre y Santos lograron imponer un Estado poderoso que contaba con armas, medios de comunicación y transportes para poder evitar o derrotar cualquier alzamiento de caudillos rurales, tan comunes en los primeros años de Uruguay. Sin embargo, el Estado no solo necesita "vencer". No alcanza con el "monopolio de la fuerza pública" sino que también necesita ser percibido como un organismo que puede usar esa fuerza legitimamente. Que está autorizado para hacerlo.
Lograr "Legitimar" el poder estatal fue impulsado a partir de dos políticas impulsadas por ambos gobiernos. Por un lado, la reforma escolar encomendada a José Pedro Varela. Esta reforma permitió, como lo explicita el texto de Varela más abajo, disciplinar la sociedad desde la escuela. Además, contribuyó a dar al estado una primera imagen de autoridad: la maestra era la primera autoridad no paterna, alguien fuera del hogar que, además, era designada por el Estado. La primera autoridad estatal que respetamos.
En segundo lugar, es en este período en el cual el Estado empieza la tarea de realzar la imagen de Artigas. Lo hace, contratando artistas, promoviendo concursos, y también prohibiendo obras contrarias al rescate de esta imagen. Nacía así el mito fundador y legitimador de ese Estado, ahora poderoso en lo material pero aun débil en cuanto a su legitimidad.
Será una obra completada por el primer batllismo en el siglo XX. Para ello será necesario reformar la constitución que excluía a la mayoría del voto. Dar garantías al sufragio y permitir la representación de las minorías políticas. La política de inclusión social también integró este proceso legitimador.
DM

TEXTOS:

La ignorancia del pobrerío rural

            El sistema económico vigente engendró no solo miseria sino también el analfabetismo. Si la primera pudo empujar a las peonadas al abigeo y a la revolución, el segundo las inhabilitó para darle a ésta un carácter social. Sin la mínima cultura, los campesinos no podían tomar conocimiento de su situación miserable ni acariciar anhelos de cambio radical. No pudieron entender su situación, ni por lo tanto, intentar transformarla. Sin conciencia social propia, solo fueron instrumentos de otros grupos sociales económicamente más fuertes y, por ello, más cultos... sin conciencia social la revolución no era más que una “patriada”: una ruptura personal, sin objetivos permanentes, del ordenamiento socio económico existente.  (...)
            La clase poseedora fue la primera en comprender el riesgo de mezclar en una misma bolsa pobres y educación. De esa caja de Pandora podían salir los más peligrosos contra el orden establecido. La Asociación Rural había apoyado la obra escolar de José Pedro Varela en 1879[1]. Los estancieros progresistas deseaban y necesitaban... un personal que supiera leer y tuviera conocimientos de ganadería y agricultura. Pero aquí concluyó la coincidencia. José Pedro Varela imaginó escuelas rurales con amplitud generosa. No estaban destinadas a ser sólo instrumentos para preparar peones eficaces, sino también ciudadanos conscientes. El programa que se les impuso era extenso, desde la geografía universal a la anatomía, desde la historia nacional a los derechos cívicos. (...)
                                                           Barrán y Nahum: Historia social de las revoluciones de 1897 y 1904 Ebo 2a Edición
Montevideo 1993. p. 48


Discurso de Daniel Muñoz ante el Congresos Agrícola- ganadero de 1895

            En la campaña es necesario reducir la instrucción a la más elemental... A mi entender, los programas de enseñanza adoptados por nuestras escuelas rurales pecan de sobrada extensión... y lo peor es que se da en ellos mayor amplitud a materias superfluas... Todo lo que se relaciona con la aritmética, con la geografía, con todos aquellos rubros elementales que fueron siempre la base de la enseñanza, han sido pospuestos a la anatomía, a la botánica, al a mineralogía y a otras materias igualmente complejas... Yo quiero escuelas en que los niños varones se hagan hombres fuertes y viriles, y no sabihondos enclenques y mujerengos...quiero una escuela que no saque de su fiel el equilibrio social, pretendiendo hacer a las niñas de las clases trabajadoras unas marisabidillas insoportables, que con la cabeza llena de humareda científica empiezan por tener en menos a sus padres y acaban por divorciarse de aquellos que por igualdad de clase y de posición debieran ser más tarde sus marido, condenándose así la aridez del celibato o a la fecundidad inmoral de la mancebía, ufanas de ser concubinas de un petimetre antes que rebajarse a ser esposas de un trabajador honrado (¡Bravo! Muy bien. Grandes aplausos)... Propaguemos en la campaña la escuela elemental que enseña solo a leer y escribir... y no aspiremos a más, señores, porque si pretendemos sacar de sus naturales  fronteras  la educación común, vamos derechamente al desquicio social, Desgraciados los pueblos en que los obreros de los talleres sean académicos y en que las mujeres de trabajo sean bachilleras. No contribuyamos a hacer de la sociedad moderna una nueva Torre de Babel que se desplome debido a la confusión de clases, de posiciones y de gremios, aplastándonos a todos bajo sus ruinas! He dicho
(Muy bien  Aplausos prolongados)
                                                           citado por Barrán y Nahum op. cit. p 49.
           

            Artigas fundador de la nacionalidad oriental. Es la obra de la modernización. A ella concurren historiadores como Bauzá y poetas como Zorrilla de San Martín. La necesidad de crear la nación la establece él mismo cuando afirma en su Leyenda Patria : “Es la voz de la Patria, pide gloria”. Recordemos además que esa necesidad de crear la nación en donde ya existe el estado está ambientada en el auge nacionalista del siglo pasado y en el romanticismo que llega a nuestras costas.
            Es preocupación fundamental del estado. Tanto la Leyenda Patria (1879) como La Epopeya de Artigas (1910) son obras por encargo gubernamental. Pero el estado no limita su acción a favorecer la literatura nacionalista sino que también proscribe las obras de signo contrario. Cito por ejemplo la orden impartida por el Ministro de Gobierno  de Santos, Carlos de Castro en 1883, prohibiendo la difusión de la obra del Dr. Berra “que debe desaparecer del recinto en que se educa a la niñez, porque más que un derecho es un deber de toda nacionalidad no discutir su independencia, sino acatarla y defenderla.” “... fin elevado que persigue el estado al señalar como tradición la muy gloriosa del General Artigas, que venera el pueblo y que se perpetuará en el tiempo a pesar de cualquier obstáculo”[2]

           
 


[1]El solo hecho de concurrir a la escuela opera una completa transformación en el niño. Allí no ríe, no juega, no grita cuando quiere. Hay siempre un orden fijo” J. P. Varela ante comerciantes en 1869. Citado por J.P. Barrán en Historia de la sensibilidad en Uruguay, Tomo I
[2]           Citado Por G. Vázquez Franco en “La historia y sus mitos” De Calicanto, Montevideo, 1994. Pp. 119-120 El subrayado es mío
 



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