viernes, 26 de agosto de 2011

la Banda Oriental en el marco rioplantense.


LA BANDA ORIENTAL EN EL MARCO RIOPLATENSE
La banda Oriental presenta un espectáculo más complejo: al sur la autoridad de Montevideo domina una zona de quintas y granjas (escasas) y estancias de ganado manso. Al oeste las tierras que pertenecieron a las misiones de Soriano y a las jesuíticas (gobernadas algo laxamente desde
Yapeyú, en la margen occidental del Uruguay) son fuente de perturbación para las montevideanas, en ellas se mantiene un estilo de explotación más primitivo, con intensa matanza de ganado cimarrón, los pobladores permanentes son desalentados por la persecución de los poseedores de tierras que sólo nominalmente las dedican a estancias de rodeo, mientras que en los hechos se convierten en centros de sacrificio de ganado sin dueño y bases de contrabando hacia el Brasil. Al revés de lo que ocurre en Buenos Aires, donde sólo pequeños ganaderos sobreviven penosamente gracias a una economía destructiva, en la Banda Oriental ésta enriquece a grandes hacendados del Norte, y sobre todo a más de uno de los mercaderes importantes de Montevideo, no es entonces extraño que se defienda mejor de las tímidas medidas del poder político, alertado por quienes - muy razonablemente- temen la extinción total de los ganados. Ni
siquiera la guerra detendrá las matanzas, los cueros se acumulan en Montevideo, mientras la pequeña ciudad cambia velozmente de aspecto, y pasa de las cabañas a las casas de teja
El primitivismo de la vida ganadera oriental va acompañado por un progreso técnico superior al de Buenos Aires, en la rivera septentrional del Plata, cerca de la Colonia del Sacramento
definitivamente arrebatada a los portugueses, surge el primer saladero de la región, el de Colla, empresa nada pequeña perteneciente a Francisco Medina. JA él siguen otros, instalados por comerciantes de Montevideo y de Buenos Aires, sobre el Uruguay y el Plata. Como la agricultura en la banda occidental, la industria del salado en la oriental es beneficiada por la coyuntura de guerra que aísla a los centros consumidores tropicales de sus tradicionales fuentes de aprovisionamiento europeas. Pero al revés de lo que ocurre con la agricultura cerealera, la producción de la carne salada cuenta con demasiadas facilidades locales como para que su primera expansión, apoyada en una coyuntura excepcional, no deje como consecuencia permanente una industria fuertemente arraigada. De todas maneras la salazón progresa
consumiendo no sólo ganados mansos, su aparición es un nuevo estímulo para esa arcaica ganadería destructiva que vive en la Banda Oriental su última y efímera prosperidad, establece nuevos lazos entre las zonas más primitivas de la campaña oriental y los comerciantes que dominan la vida económica montevideana.
Surge de allí una tensión larvada entre la ciudad y las zonas más adelantadas de la campaña, mal
satisfechas en sus exigencias de un orden rural más sólido, ejercido por una autoridad ciudadana demasiado cercana a los beneficiarios principales del desorden. Pero de ese desorden aún la región de estancias del sur no recibe únicamente perjuicios, si abomina de la explotación destructiva que no en todos los casos distingue entre el ganado manso y el cimarrón, se prolonga de modo incontrolable en el saqueo de la hacienda de rodeo, por otra parte encuentra ventajas en la existencia de una tupida corriente de comercio ilícito hacia el Brasil, asegurada por la misma población marginal cuyas depredaciones deplora, las mulas de la Banda Oriental tuvieron su parte en la expansión minera brasileña, en plena guerra napoleónica, mientras los cueros se apilaban en Montevideo, los puertos del sur del Brasil tenían abierta la ruta de Inglaterra. La existencia de estos desemboques era más fuerte que cualquier legislación prohibitiva, y el comercio clandestino con el Brasil se había constituido- y lo seguiría siendo durante mucho tiempo- en una de las bases de la economía rural oriental.
Había aún otras razones para el relativo aislamiento de Montevideo dentro del área oriental: la ciudad debía en parte su desarrollo a la instalación de la base que concentraba allí a las fuerzas navales españolas en el Atlántico sur, ciudad fortificada, ciudad de guarnición, tiene una
población de origen peninsular excepcionalmente numerosa, que no depende para su subsistencia del orden económico local, sino de la capacidad de la administración imperial para atender sus salarios. En Montevideo – tal como ocurre contemporáneamente en San Juan de Puerto Rico, esa otra base naval del Atlántico español- este hecho aísla a la ciudad de su campaña, y es el punto de partida de una divergencia de destinos que gravitará abiertamente sobre la historia oriental hasta 1851 y apenas menos visiblemente hasta tiempos más cercanos. La ciudad aislada de su campaña influye muy poco en ella: la Banda Oriental, como Entre Ríos, mantiene entonces en su sector rural un primitivismo que nos devuelve al clima del Río de la Plata anterior a 1750, acompañado ahora por una frenética aceleración del ritmo económico, que es por otra parte muy propia de la nueva relación entre la zona y sus metrópolis comerciales.
Este acelerado y desordenado desarrollo tiene consecuencias en toda la vida de la región, una extrema inseguridad jurídica reina aquí en todos los órdenes. En las zonas que habían sido jesuíticas todos los pobladores eran en rigor ocupantes ilegítimos de tierras colocadas bajo el dominio nominal de las comunidades indígenas, aunque en otras zonas la posibilidad de alcanzar la condición legal de propietarios quedaba abierta, el interés de lograrla era escaso, y por otras parte interesaba sobre todo en cuento permitía actividades marginales –como la matanza de cimarrones- que no eran ejemplos de respeto a la legislación vigente.
Pero esa inseguridad se extendía a la vida toda: una abundancia de oportunidades que atraía a una población heterogénea ( en la que predominaban sin embargo los guaraníes de las Misiones), un
menor dominio de los resortes culturales que daban solidez a la sociedad colonial (baste pensar en la insuficiencia, allí más grave que en otras zonas, de la organización eclesiástica), daban a la estructura social que surgía en la zona un dinamismo mayor que el potencialmente existente en otras comarcas rioplatenses, esa diferencia se haría sentir a lo largo de todo el proceso revolucionario.
Esa vaga humanidad reunida por el progreso económico de Entre Ríos y la Banda Oriental se continuaba en la que, sólo aparentemente al margen de ese progreso, se ubicaba totalmente fuera de la legalidad. En la Banda Oriental aparecen ya, en el siglo XVIII, los gauchos, denominación despectiva de los habitantes de las ciudades a todos los campesinos, a la que la revolución – deduciendo las consecuencias locales del credo igualitario que ha hecho suyo- iba a dar un matiz jactancioso.
Junto con los gauchos los indios, chanáes, charrúas, rebeldes al dominio pero no al contacto con los colonos (han sido tan afectados por éste que a fines del siglo XVIII, con olvido de sus lenguas originarias, han adoptado muchos de ellos el guaraní de los inmigrantes misioneros). Gauchos e
indios pueden subsistir al margen del proceso económico normal porque paralelamente con él se desenvuelve otro apenas clandestino que, como ya se ha señalado, una a aspectos destructivos la función de mantenerabierta la ruta brasileña, vital para la economía oriental. Sobre esta corriente se establecían ricos contactos no sólo comerciales entre la Banda oriental y el Río Grande. Los
hacendados riograndenses, con tierras en el Uruguay, contrabandistas en el Uruguay, enemigos y no pocas veces consanguíneos de los hacendados orientales, son un elemento que el poder portugués y luego el brasileño deberán tomar en cuenta para su compleja política rioplatense. Un
elemento determinante en ella hasta laguerra del Paraguay, y aún más fácil de discernir en la vida menuda de estas tierras."
Tomado de Halperin Donghi. Tulio."Revolución y guerra: La formación
de una élite dirigente en la argentina criolla." 2da edición. México. Siglo XXI. 1979 pp 37 – 39. (selección realizada por la profesora Ana Frega)

25 DE AGOSTO por Washington Reyes Abadie

EL 25 DE AGOSTO DE 1825
Prof. Washington Reyes Abadie.

En los primeros días de enero de 1825, supieron los emigrados orientales en Buenos Aires la victoria de los patriotas, al mando del Mariscal Sucre en la batalla de Ayacucho y ello les conmocionó y despertó el anhelo de liberar la Provincia Oriental, entonces bajo el dominio brasileño, y única región de América que aún no había alcanzado su independencia.
Liderados por Juan Antonio Lavalleja un núcleo de ellos, que se reunía en la trastienda del negocio de Don Luis de la Torre, comentaron a organizar una expedición con el prop6sito de volver a la Provincia y expulsar a sus ocupantes.
Contaban con el apoyo de algunos poderosos hacendados de la provincia de Buenos Aires, entre los que se distinguía Juan Manuel de Rosas y sus parientes y amigos que organizaron una importante colecta de dinero que encabezó el propio Rosas con veinte mil pesos fuertes y que, poco después se trasladó a la Provincia Oriental, so pretexto de encontrar un campo para arrendar y entrevistó en San Pedro del Durazno a Da. Bernardina Fragoso, esposa de Fructuoso Rivera, por entonces desempeñando el cargo de Comandante General de Campaña y le hizo saber de la próxima expedición de los emigrados orientales.
Finalmente, el 19 de abril de aquel año desembarcarían en el Arenal Grande Lavalleja y sus compañeros sobre la playa conocida como la “graseada», por las faenas y graserías que allí, comunmente, se practicaban y de donde derivaría la denominación de playa de la Agraciada con que desde entonces sería conocida. En esta ocasión, Lavalleja leyó una proclama y acto seguido ocupó la Capilla Nueva de Mercedes y prosiguiendo sus marchas derrotó a las fuerzas montevideanas que ocupaban San José y posteriormente marchó a Bequeló y de allí, al Perdido que cruzó por el Paso de la Tranquera y costeándolo, se dirigió hacia las puntas del arroyo Grande, siguiendo la cuchilla del Perdido. El día 29 de abril Lavalleja alcanzó el Monzón. En este paraje, tendría lugar su encuentro con Fructuoso Rivera.
Como narra en su «Diario», José Brito del Pino: «cambiadas las primeras palabras con Lavalleja, Rivera se negó a cooperar en la empresa libertadora fundándose en que estaba al servicio del Imperio y no podía traicionarlo. Se le hizo retirar enseguida a una tienda de campaña guardada por centinelas de vista. Estos centinelas hacían su servjcio una hora y eran relevados por, otros, dos de los cuales eran, Manuel Oribe y Manuel Lavalleja, los cuales a la menor acción que vieran, que pudieran presumir era para fugarse, lo dejaría en el sitio».
“Entregado el Brigadier Rivera a sus reflexiones hasta las dos de la mañana más bien lo que el término se aproximaba, mandó llamar al General Lavalleja y le dijo: «Compadre estoy decidido: vamos a salvar la patria, y cuente usted para todo y en todo conmigo». «Lavalleja lo abrazó entonces... « Cabe suponer que, aparte de los problemas de orden personal y políticos que debieron tratarse en la entrevista del Monzón, ambos caudillos debieron trazar un plan de acción para la marcha de la Revolución. En este plan sin duda, jugaba un papel principal la jerarquía militar y la gran influencia de Rivera en la campaña que debieron gravitar mucho -a pesar de todas las reservas que le pudiera merecer la conducta de este- en la decisión de Lavalleja. En efecto: la incorporación de «Don Frutos» dio a la causa una seguridad que, tal vez, aun contando con el apoyo de la opinión oriental, no hubieran logrado por sí solos los patriotas al mando de Lavalleja. La incorporación de Rivera facilitó los movimientos de los escasos contingentes de los cruzados y les allegó, por insinuaciones de este, el aporte, día a día, de nombres influyentes en la campaña.
Los jefes de la Cruzada se movieron, asimismo, con propósitos pacifistas -que, en todo caso, les permitían ganar tiempo, a la espera de refuerzos de Buenos Aires-, dirigiendo distintas comunicaciones y parlamentarios a los Jefes imperiales. La gestión más importante fue la realizada ante el propio Lecor: el 11 de mayo, le remitieron, por intermedio del Cnel. Enrique Javier de Ferrara, una propuesta de suspensión de artistas, en los siguientes términos:
«La suerte de la guerra hizo que prestase (Ferrara) su palabra de honor de no tomar armas contra el sistema de la Patria. Nosotros no queremos guerra pero sí el reclamo justo de los derechos del país; y si V.E. quiere convenir en una suspensión de armas mientras se expresa el voto de la Banda Oriental, nos será muy agradable para evitar víctimas que son indispensables en tales ocasiones”.
Entretanto y como había ocurrido en 1811, en todos los “pagos», los vecinos prestigiosos del lugar reunían partidas de milicianos para incorporarse a la Revolución. Así, en la zona de Colonia, acaudillaron las milicias, Atanasio Lapido -ya regresado de su comisión ante Bolívar- Gregorio Sanabria, Pedro José Cepeda, Juan Arenas; en San José, Luis Eduardo Pérez, Juan José Florencio; en Canelones, Joaquín Suárez, Manuel Figueredo, Cayetano Pírez; en Maldonado, Leonardo Olivera, Santiago Píriz, Leonardo Alvarez, Agustín Pírez; en Paysandú, Julián Laguna, José María Raña, Faustino ‘T’ejera; en Durazno, Felipe Duarte, Juan Antonio Martínez, Manuel Lagos, Pedro Delgado Melilla, Joaquín Tavárez; en Cerro Largo, Ignacio Oribe, Felipe Cavallero, Matías Lasarte, Benigno Alvarez; en Tacuarembó, Benito Ojeda, Toribio López; en Minas, Juan Paulino Pimienta y Mariano Ferreyra Marino, orientados por Francisco Joaquín Muñoz, evadido de Montevideo.
Pero al mismo tiempo que se producía este levantamiento, un grupo, al mando de Juan ‘Teixeira de Queirós, asistido por Atanasio Lapido, ponía cerco a Colonia; y otro, al mando de Manuel Oribe, con el concurso de Bonifacio Isas, enarbolada la tricolor en el Cerrito de Montevideo, poniendo, poco después, sitio a la plaza, desde el 7 de mayo.
...

Poco después, el 15, surgía en el buceo la goleta «Libertad del Sur», conduciendo desde Buenos Aires, fletada por Pedro ‘Trapani, armas, dinero y municiones, que -según lamentaría el Dr. Herrera en su correspondencia con el Dr. Obes- fueron cargados «en 21 carretas y llevados a Canelones».
En su responsabilidad de conductor del movimiento emancipador, Lavalleja, como se ha visto, había mantenido una permanente preocupación -por «el orden” queriendo demostrar, en todo momento, una organización regular, que invalidara la temida acusación de anarquistas para las milicias orientales o –lo que era peor- hiciera recordar los tiempos revueltos de Artigas.
Esta preocupación institucionalista procuraba, asimismo, dar satisfacción a los ilustrados del gobierno unitario de -Buenos Aires, para obtener su indispensable apoyo y la oportuna declaración de guerra al Brasil. Nada sabía, por supuesto, el gallardo Jefe de la Cruzada de la sinuosa tramoya diplomática de aquel gobierno con el Libertador Bolívar y su intención de amagar con una poderosa unión hispanoamericana al Imperio para jugar, oportunamente, la carta inglesa.
Por su parte, Pedro Trápani -este sí, conocedor, sin duda, de todo el plan político y diplomático del ministro García, por sus estrechos vínculos y relación con los agentes ingleses -aconsejaba a Lavalleja y Rivera, en carta del 5 de junio de 1825, para ubicarlos en la línea de la dirección unitaria porteña:
«Insten Vms. por la anulación de lo determinado por el maldito Congreso Cisplatino, formen su Gobierno, manden diputados al Congreso nacional, y sigan obrando como hasta aquí en lo demás».
Y Santiago Vázquez - el caracterizado integrante de la Logia de los Caballeros Orientales - desde - Buenos Aires, luego de felicitar a Lavalleja y a sus compañeros por - el feliz éxito de su campaña inicial, les describía el entusiasmo - del pueblo - con que se miraba la causa que habían emprendido y esperaba que pronto se produciría la decisión gubernamental de apoyar francamente el movimiento, en la medida que se resolviera la instalación de «un gobierno representativo de la voluntad patriota».
El día 14 de junio, de la villa de Florida, en una modesta construcción que pertenecía al Estado, se instaló el Gobierno Provisorio de la Provincia Oriental.

Las más importantes resoluciones- adoptadas por el gobierno provisorio fueron la de conferir el grado de Brigadier General a Juan Antonio Lavalleja y ratificarlo como Comandante en Jefe del Ejército; la designación de Rivera como Inspector General del Ejército; el nombramiento de dos comisionados, Francisco Joaquín Muñoz y Loreto Gomensoro para que gestionaran en Buenos Aires la ayuda del «Ejecutivo Nacional” y, finalmente, la circular de convocatoria de elecciones para integrar la Sala de Representantes de la Provincia.
La Sala de Representantes, luego de dos sesiones preparatorias de los días 18 y 19, se instaló el 20 de agosto y cumplió un primer período hasta el6 de setiembre de I825.
La integraban 14 miembros, a saber: Juan Francisco de Larrobla, diputado por Guadalupe (Canelones); Simón del Pino, diputado por la villa de San Juan Bautista (Santa Lucía); Gabriel Antonio Pereira, diputado por Concepción de Pando; Santiago Sierra, por San Isidro de las Piedras; Carlos Anaya, por San Fernando de Maldonado; Manuel Calleros, por Nuestra Señora de los Remedios (Rocha); Mateo Lázaro Costa, por Concepción de Minas; Juan José Vázquez, por San Salvador (Dolores); Juan de León, por San Pedro de Durazno; Joaquín Suárez, por San Fernando de Florida; Luis Eduardo Pérez, por San José de Mayo; Atanasio Lapido, por Rosario; Juan Tomás Núñez, por Las Vacas (Carmelo); Ignacio Barrios, por Víboras.
En la sesión del día 20 fue designado Presidente, el Pbro. Juan Francisco de Larrobla, Vice, Luis Eduardo Pérez y, como secretario, Felipe - Alvarez de Bengochea.
En la sesión del 21 de agosto, el diputado Carlos Anaya propuso que la Sala de Representantes se abocase al problema de la anulación de los actos de incorporación realizados anteriormente en la Provincia. La Sala resolvió integrar una comisión con el proponente y Luis Eduado Pérez, con el cometido de redactar el proyecto de ley.

Finalmente, en la sesión del 25, fueron aprobadas tres Leyes Fundamentales: la Ley de Independencia, en dos partes bien delimitadas: en la primera, la Sala de Representantes declaraba la nulidad de «los actos de incorporación, reconocimientos, aclamaciones y juramentos arrancados a los pueblos orientales» mediante la violencia; y en la segunda, que, a consecuencia de lo antedicho, la Provincia Oriental estaba en condiciones de reasumir plenamente sus derechos y libertades, declarándose por consiguiente “de hecho y de derecho» libre e independiente de Portugal, Brasil o cualquier otro poder del universo, reservándose - para sí la decisión de adoptar las formas que en uso de su soberanía estime convenientes; la de Unión, que declaraba la unión de la Provincia Oriental a las Provincias del Río de la Plata “ por ser la voluntad libremente manifiesta de los pueblos que la componen”; y la del Pabellón, que ordenada el uso del pabellón tricolor, hasta tanto no se produjese la unión con las Provincias Unidas. En la sesión del 22 de agosto habían sido ya designados los diputados que debían representar a la Provincia en el Congreso General Constituyente reunido en Buenos Aires, resultando electos Tomás Javier Gomensoro y José Vidal y Medina.
En la sesión del 25 se aprobaron las instrucciones a que debían ajustar su conducta los mencionados diputados.

Prof. W. Reyes Abadie. * Contribución realizada para el sitio web del Centro de Capacitación y Perfeccionamiento
Docente de la A.N.E.P.
Agosto de 2001

Texto en http://www.uruguayeduca.edu.uy/Userfiles/P0001/File/25deagosto.pdf

cruzada libertadora 1




La Cisplatina y la Cruzada Libertadora

El proyecto artiguista fue aniquilado por la doble conjunción del gobierno de Bs. As. y la corte portuguesa en Río de Janeiro. Los primeros deseaban acabar con el caudillo que comandarala sublevación no sólo de la provincia oriental, sino de las otras provincias del litoral como Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fe y Córdoba.

A su vez, la reivindicación de territorios ocupados por Portugal, y la intención siempr

e presente de esta corona de llegar hasta el límite natural del Río de la Plata desembocaron en una alianza en la que Portugal se adueñaba de la Banda Oriental y Buenos Aires miraba para otro lado.

Además contaban con la complicidad tácita de la mayoría del patriciado oriental, cansado de años de guerra (y del consecuente consumo de ganado de los ejércitos), y de su caudillo que además se entrometía peligrosamente en el asunto de la tierra, en una orientación que no conformaba al patriciado. Así fue que cuando los portugueses tomaron Montevideo fueron bien recibidos por las buenas familias.

En 1821 la provincia jura en congreso su incorporación como “Provincia Cisplatina” (esto es más acá del Plata). Cuando en 1822 Brasil se convierte en Imperio independiente de la Corona portuguesa las tropas invasoras se dividen y eso da oportunidad a que los orientales, ya no tan contentos con la dominación portuguesa intenten sacudirse su dominación, para lo que piden la intervención de Bs. As. Esta se encuentra todavía convulsionada por la lucha entre las provincias, por lo que ignora el pedido.

Vuelto el orden la provincia es incorporada al Imperio del Brasil. Éste crea una nueva nobleza y reparte títulos a sus adeptos (como por ejemplo a García de Zúñiga que pasa a ser “Marqués del Prado”).

Pero esto aseguraba solo la fidelidad de un reducido número de orientales. El patriciado oriental en mayoría estaba cansado ya de la dominación luso-brasileña. Si bien en un principio había traído la suficiente calma y seguridad para la campaña, pronto comenzaron a verse algunos problemas, como el traspaso de tierras en el norte a manos norteñas, o el crecimiento de los saladeros riograndenses a costa de los orientales. La voluntad a su vez de regularizar el asunto de la propiedad de la tierra puso otra vez a los hacendados en contra de los invasores como sucediera también con los españoles en 1811.


Hacia 1825 la situación de la otra orilla había cambiado. Luego de cinco años de paz los porteños volvían a ver el territorio oriental como un buen lugar para la cría de ganados. Los hacendados porteños no tenían muchas oportunidades para la expansión de sus haciendas ya que al sur la presencia indígena hacía difícil la explotación ganadera. La presencia de un grupo de emigrados orientales entre los que se contaban antiguos lugartenientes de Artigas como Lavalleja y Oribe fue el contacto que posibilitó el apoyo de Bs. As.

Así se armó la cruzada libertadora que en po

cos meses tuvo una serie de éxitos militares importantes.

El 25 agosto del año 1825 los orientales proclaman dos leyes fundamentales: la primera ley declaraba la independencia de todo poder extranjero, mientras que la segunda proclamaba la unión a las demás provincias del Plata. (Ver anexo). Luego de aceptar la reincorporación a las Provincias Unidas, la guerra se transformó en una guerra entre Argentina y Brasil que duró tres años.

Sin embargo tras tres años de guerra entre Argentina y Brasil la situación era de un difícil desempate. Las negociaciones se sucedían sin lograr un acuerdo o a veces cuando estaban cerca del mismo, expediciones militares lo invalidaban.

Inglaterra vino a jugar un papel primordial en las negociaciones, combinando además sus propios intereses. En primer lugar estaba deseosa de terminar la guerra para volver a comerciar tranquilamente c

on los dos países más importantes de América del Sur. En segundo lugar (y no menos importante) Inglaterra quería la libre navegación del Río de la Plata, por lo que necesitaba que el mismo no estuviese en manos de un solo país, ni de dos vecinos poderosos que podrían llegar a un acuerdo “... los orientales no tendrán una marina poderosa y no podrán aunque quisie

ran impedir nuestro paso.”

¿Qué pasaba mientras tanto con los orientales? Sabemos poco de su voluntad de establecer un estado independiente o de mantenerse en las Provincias Unidas. Este es un punto de discusión entre los historiadores desde el siglo XIX. Sin embargo, las dificultades que atravesaban la Provincias

Unidas (una vez más) y los costos de la guerra quizás arrastraron a la élite que trataba estos asuntos a aceptar la solución propuesta.

Ésta fue la de establecer un estado independiente en suelo oriental, tutelado por los dos grandes (Argentina y Brasil). Así se llegó a la Convención Preliminar de Paz de 1828, fecha donde se concretó nuestra independencia política.

Tal convención fue firmada solo por Argentina y Brasil sin el concurso de los orientales. Obligaba al nuevo estado a adoptar una constitución en determinado plazo, que sería revisada por los dos países fi

rmantes para su aprobación.

El tratado por último no incluía una sola mención a los límites, los que se irían definiendo en el correr del siglo XIX y XX.

Documentos
LEY DE INDEPENDENCIA

“ La Honorable Sala de Representantes de la Provincia Oriental del Río de la Plata, en uso de la soberanía ordinaria y extraordinaria que legalmente reviste para constituir la existencia política de los pueblos que la componen y establecer su independencia y felicidad, satisfaciendo el constante, universal y decidido voto de sus representantes, después de consagrar a tan alto fin su más alta consideración, obedeciendo la rectitud de su íntima conciencia, en el nombre y por voluntad de ellos, sanciona con valor y fuerza de Ley Fundamental, lo siguiente:

1° Declara írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre todos los actos de incorporación, reconocimientos, aclamaciones y juramentos, arrancados a los pueblos de la Provincia Oriental por la violencia de la fuerza, unida a la perfidia de los intrusos poderes de Portugal y el Brasil, que la han tiranizado, hollado y usurpado sus inalienables derechos, y sujetándola al yugo de un absoluto despotismo, desde el año de mil ochocientos diez y siete hasta el presente de mil ochocientos veinte y cinco. (...)

2° En consecuencia de la antecedente Declaración, reasumiendo la Provincia Oriental la plenitud de derechos, libertades y prerrogativas inherentes a los demás Pueblos de la tierra: SE DECLARA DE HECHO Y DE DERECHO, LIBRE E INDEPENDIENTE DEL REY DE PORTUGAL, DEL EMPERADOR DE BRASIL, Y DE CUALQUIER OTRO DEL UNIVERSO, Y CON AMPLIO PODER PARA DARSE LAS FORMAS QUE, EN USO Y EJERCICIO DE SU SOBERANÍA, ESTIME CONVENIENTE”

LEY DE UNIÓN

“La Honorable Sala de Representantes de la Provincia Oriental del Río de la Plata, en uso de la soberanía ordinaria y extraordinaria que legalmente reviste para resolver y sancionar todo cuanto tienda a la felicidad de ella, declara que su voto general, constante y decidido es y debe ser, por la unidad con las demás Provincias Argentinas a que siempre perteneció por los vínculos más sagrados que el mundo conoce. Por tanto ha sancionado y decreta por Ley fundamental la siguiente: QUEDA LA PROVINCIA ORIENTAL DEL RÍO DE LA PLATA UNIDA A LAS DEMÁS DE ESTE NOMBRE EN EL TERRITORIO DE SUD AMÉRICA, POR SER LIBRE Y SPONTANEA VOLUNTAD DE LOS PUEBLOS QUE LA COMPONEN, MANIFESTADAS CON TESTIMONIOS IRREFRAGABLES Y ESFUERZOS HEROICOS DESDE EL PRIMER PERÍODO DE LA REGENERACIÓN POLÍTICA DE DICHAS PROVINCIAS”.

Tomado de Castellanos, A.

“La cisplatina, la independencia y la república caudillesca”
en Historia Uruguaya t 5 EBO / La República Mdeo. 1998

Sobre la mediación británica

En 1827 decía el ministro inglés Canning: “El hecho está consumado… La América Española es libre y, si no confundimos nuestros asuntos, es británica” (citado por Real de Azúa: “Los orígenes de la nacionalidad uruguaya”. Ed. Arca. Mdeo 1990, p 369

Ponsomby a Canning

“… los intereses y la seguridad del comercio británico serían grandemente aumentados por la existencia de un estado que, debido a su posición, podría impedir los males posibles, o remediarlos, si fuesen creados, y en el que los intereses públicos y privados de gobernantes y pueblo, harían que tuviesen, como el primero de los objetivos nacionales e individuales, cultivar una amistad firme con Inglaterra” (en Real de Azúa, obra citada, p 360).

Ponsomby a Roxas y Patrón

Si, señor (…) la Europa no consentirá jamás que sólo dos estados, el Brasil y la República Argentina, sean dueños exclusivos de las costas orientales de la América del Sur, desde más allá del Ecuador hasta el Cabo de Hornos(en Real de Azúa, obra citada, p 367)

sábado, 20 de agosto de 2011

Revolución Oriental en Nahum


Capítulo 2 Antecedentes coloniales y revolucionarios

Bruno Mauricio de Zabala, gobernador de Buenos Aires, erigió la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo en 1724. Con familias procedentes de Buenos Aires y las Islas Canarias, traídas por el fuerte empresario Francisco de Alzáibar, se constituyó el núcleo inicial de población de la ciudad, cuyo proceso fundacional terminó el 1º de enero de 1730, cuando se estableció el Cabildo. Ya en 1749 fue declarada plaza fuerte a cargo de un gobernador militar.
Así se afianzó la dominación española en la zona sur del territorio oriental del estuario piálense, pero todavía no se había podido desalojar a los portugueses de la Colonia, ganada varias veces por las armas de los españoles y perdida otras tantas por tratados diplomáticos que obtenía la habilidad portuguesa. La continuación de esa disputa fue uno de los motivos que llevó a la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776, con el objetivo de frenar el expansionismo lusitano.
De acuerdo con el tratado de paz de San Ildefonso, del 1º de octubre de 1777, Espa¬ña recibió definitivamente la Colonia y las Misiones disputadas en el norte. Pero no logró impedir que a finales del siglo los portugueses ocuparan los territorios al norte del río Ibicuy, así como las orillas de la laguna Merín, zonas también situadas dentro del territorio español.
Por ello, a la fundación de Montevideo siguió la de oíros pueblos que consolidaron la implantación española en la Banda Oriental, con la existencia de cabildos en Colonia, San José, Maldonado y Soriano.
La enorme multiplicación de los ganados criados en libertad hizo que la ciudad se con¬virtiera desde fines del siglo XVIII en rival de Buenos Aires, concentrando un núcleo impor¬tante de comerciantes, funcionarios, militares y marinos (era la base marítima española en la región piálense). En esa época ya representaba una de las plazas fuertes y comerciales más importantes de la América española, a la que la Corona concedió numerosos privilegios (entre ellos, el de la introducción de esclavos al Plata) que ahondaron la rivalidad de puertos con Buenos Aires, y fueron generando un sentimiento localista entre sus habitantes que más tarde habría de trocarse en espíritu independentista.

Pese a depender administrativamente de la Gobernación de Buenos Aires, en lo militar el gobernador de Montevideo obedecía directamente a la metrópoli. Favorecido por la declaratoria de puerto habilitado en 1778 y la prosperidad de fines del siglo XVIII, Monte¬video fue por largo tiempo un centro de lealtad a España, contrario a la rebelión emancipadora que se inició en Buenos Aires y las provincias del litoral e interior, y también en la campaña de la Banda Oriental.

Cuadro 2.1
POBLACIÓN DE LA JURISDICCIÓN DE MONTEVIDEO EN LA ÉPOCA COLONIAL

Año Población en la ciudad Población en la jurisdicción (*)
1726 núcleo inicial de 130/1 35 Hab.
1729 300
1747 600
1757 1.100
1761 1.130 1.600
1772 1.150 3.300
1778 1.800 4.600
: 1780 1900 5.000
1805 5.915 8.741

(*) Territorio1 de la jurisdicción: al oeste, arroyo Cufré; al este, sierras Je Maldonado; al norte, nacimien¬to de los ríos San José y Santa Lucía; al sur. el Río de la Plata.

[Datos tomados de J. Rial, J. Klaczko, Uruguay: el país urbano, Montevideo, CLACSO-Banda Oriental, 1981]

Fue de Montevideo que partió, en 1806, la expedición reconquistadora de Buenos Aires que había caído en manos de los ingleses; el objetivo de liberarla se logró, pero vueltos los ingleses contra Montevideo consiguieron ocuparla durante varios meses en 1807 y desde allí difundie¬ron ideas críticas sobre la dominación española en el primer periódico publicado en la ciudad, "La Estrella del Sur" (bilingüe). Al abandonar los invasores Montevideo, en setiembre de 1807, Francisco Javier de Elfo asumió el gobierno. Pronto surgió la hostilidad (que ocultaba la rivalidad de puertos y la oposición de ideas políticas de las dos ciudades) entre este gobernador -cabeza visible del núcleo españolista- y Santiago de Liniers, Virrey del Río de la Plata, quien era sospechado de "afrancesado" por su origen y relaciones ambiguas con la diplomacia Napoleónica (1808). El enfrentamiento condujo a la destitución de Elío por Liniers, a la rebeldía de aquél y a la formación en cabildo abierta del 21 de setiembre de 1808 de la Junta de Montevideo, primera de las creadas en América y análoga a las de España.
La Junta de Montevideo fracturó la unidad virreinal y creó un precedente peligroso de desobediencia a la autoridad real. En este sentido fue también un antecedente de la revolución independentista americana.
Poco después estalló en Buenos Aires el movimiento que instaló la Junta de Mayo el 25 de mayo de 1810, iniciándose así el proceso revolucionario en el Río de la Plata. El 28 de febrero de 1811 estalló el espíritu rebelde que se gestaba en la campaña oriental: un grupo de gauchos dirigidos por Pedro Viera y Venancio Benavídez dio el "Grito de Asencio", capturó Mercedes y desencadenó el alzamiento de los caudillos más importantes del país (Otorgues, Fructuoso Rivera, Juan Antonio Lavalleja), quienes recibieron el apoyo de los estancieros orientales cansados del autoritarismo y el fiscalismo del Montevideo españolista.
Casi simultáneamente, el capitán de Blandengues José Artigas desertó de su cargo en el ejército español y se presentó ante la Junta bonaerense para "llevar el estandarte de la libertad hasta los muros de Montevideo"; el enorme prestigio de que gozaba en la campaña oriental lo hacía la incorporación más deseada por la Junta en su intento de profundizar la sublevación del interior. Pasado a la Banda Oriental en abril de 1811, toda la campaña se le unió proporcionando los hombres para formar un ejército popular, mal armado pero con una temible caballería que pronto dominó el sur de la Banda y logró la primera victoria militar de la revolución en el Río de la Plata: la batalla de Las Piedras, el 18 de mayo de 1811. Despejado así el camino hacia Montevideo, el gobierno de Buenos Aires envió a José Rondeau con un ejército para sitiarlo, al que se unieron -en carácter de subordinadas- las fuerzas de Artigas. Con toda la campaña en manos de los patriotas, la dominación española quedó reducida al Montevideo sitiado, defendido por Elío y la escuadra española.
Ante la situación desesperada que enfrentaba, Elío pidió la intervención de Portugal, que envió un ejército de socorro. Ahora la que temió la invasión portuguesa fue Buenos Aires y, para detenerla, planeó hacer un armisticio con Elío, que no contó con el acuerdo de los orientales. Firmado el 20 de octubre de 1811, reconocía la autoridad de Fernando VII y establecía que se retirarían las tropas bonaerenses y portuguesas de la Banda Oriental en tanto que Elío veía restablecida su autoridad sobre ella.
Rechazado por Artigas y su ejército, que no querían volver a someterse a la autoridad virreinal, iniciaron una retirada del territorio de la Banda que fue acompañada por la mayoría del pueblo oriental en uno de sus más célebres episodios: el Éxodo. Hombres, mujeres y niños abandona¬ron sus posesiones retirándose del país junto a su recién designado "Jefe de los Orientales", Artigas.
Esas decisiones consecutivas de darse un Jefe y expatriarse fueron los primeros pasos en la formación de la conciencia nacional del pueblo oriental, que se sentía hermano de los demás pueblos platenses pero a la vez diferente y hostil a Buenos Aires, a la que imputaba dirigir la revolución en su provecho exclusivo, pretendiendo heredar a España. La rivalidad de puertos había generado el localismo, y el localismo se había transformado en la idea de la autonomía de cada pueblo del ex-Virreinato en un pie de igualdad con los demás.
A partir de este momento se acentuarían las profundas diferencias entre los bonaerenses y los orientales, que alcanzaron nivel doctrinario y político en 1813, cuando Buenos Aires convocó a los diputados de las distintas provincias para integrar una Asamblea General Constituyente. Los orientales se reunieron en el llamado Congreso de Abril (5 de abril de 1813) e impartieron a sus diputados allí elegidos las instrucciones que debían llevar a Bue¬nos Aires; las propuestas fundamentales eran: independencia, república, democracia libe¬ral y federación. La primera significaba la ruptura total con España; la segunda y la tercera, el establecimiento de un sistema de gobierno similar al de Estados Unidos; la cuarta, el reconocimiento de la "soberanía de los pueblos" a través del establecimiento de un gobierno autónomo para cada provincia y otro central compuesto por delegados de todas ellas.

Documentos 2.1
Las ideas federales
"Art. 2. No admitirá otro sistema que el de Confederación para el pacto recí¬proco con las provincias que formen nuestro Estado.
Art. 10. Que esta Provincia por la presente entra separadamente en una firme liga de amistad con cada una de las otras, para su defensa común, seguridad de su libertad, y para su mutua y general felicidad, obligándose a asistir a cada una de las otras contra toda violencia o ataques hechos sobre ellas, por motivo de reli¬gión, soberanía, tráfico, o algún otro pretexto, cualquiera que sea".
La independencia de todo poder extranjero
''Primeramente pedirá la declaración de independencia absoluta de estas co¬lonias, que ellas están absueltas de toda obligación de fidelidad a la corona de España, y familia "de los Barbones, y que toda conexión política entre ellas y el Estado de España, es, y debe ser totalmente disuelta".
[Instrucciones del año XIII, abril de 1813]

La garantía constitucional
"Por desgracia, va a contar tres años nuestra revolución, y aún falta una sal¬vaguardia general al derecho popular. Estamos aún bajo la fe de los hombres y no aparecen las seguridades del contrato. [...] Es muy veleidosa la probidad de los hombres, sólo el freno de la constitución puede afirmarla".
[Oración Inaugural del Congreso de Abril, 1813].


Estas llamadas "Instrucciones del Año XIII" revelaban un pensamiento decididamente antagónico al dominante en el núcleo dirigente de Buenos Aires, cuyas tendencias monár¬quicas y centralistas desmentían punto por punto las aspiraciones orientales, que eran tam¬bién las de otras provincias del ex-virreinato. Esta colisión de ideologías e intereses provocó el rechazo de los diputados artiguistas por la Asamblea Constituyente, y la retirada de Artigas con su ejército del sitio de Montevideo (20 de enero de 1814), dejando debilitadas a las fuerzas bonaerenses de Rondeau que lo habían restablecido pocos meses antes y lo prose¬guían. Deseosa de acabar con el poderío español concentrado en Montevideo, formó Buenos Aires una escuadra que derrotó a la española en el Buceo el 17 de mayo de 1814; este hecho obligó al gobernador español a capitular y hacer entrega de la ciudad al nuevo comandante bonaerense Carlos María de Alvear (junio de 1814).
Buscando la entrega de la ciudad a las fuerzas orientales, Fructuoso Rivera, lugartenien¬te de Artigas, derrotó en la batalla de Guayabo (enero de 1815) a los bonaerenses. Así, las fuerzas orientales pudieron entrar a Montevideo a fines de febrero. Entonces se consolidó el primer gobierno autónomo en todo el territorio de la Provincia Oriental, dirigido por Artigas y un Cabildo Gobernador elegido popularmente, que desarrollaron una activa labor econó¬mica, administrativa y cultural.
Una de las medidas de gobierno más destacadas fue el "Reglamento provisorio de la Provincia Oriental para el fomento de la campaña y seguridad de sus hacendados" (10 de setiembre de 1815), que estableció normas para la recuperación económica de la provincia -devastada por la guerra- y para la inserción del habitante de la campaña, el gaucho, en el sistema ganadero antes monopolio de los latifundistas. Dispuso la quita de las tierras a los enemigos de la revolución: emigrados, "malos europeos y peores americanos", para distri¬buirlas entre los no propietarios con la prevención de que "los más infelices serán los más privilegiados". "En consecuencia, los negros libres, los zambos de igual clase, los indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con suertes de estancia si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad y a la de la Provincia". "Serán igualmente agra¬ciadas las viudas pobres si tuvieran hijos y serán igualmente preferidos los casados a los americanos solteros y éstos a cualquier extranjero". Los beneficiarios recibieron tierra (7.500 ha), ganados y una marca que señalaba su propiedad sobre ellos. Como el Reglamento implicaba un cuestionamiento del derecho de propiedad, provocó temor y resistencia en las clases ricas orientales, las que se fueron separando del Caudillo por su radicalismo.
La casi inmediata invasión portuguesa en agosto de 1816 dificultó la aplicación del Reglamento, pero éste reveló tendencias al igualitarismo social bastante insólitas en el marco general mente conservador del movimiento independentista hispano-americano, con un solo punió de comparación en el México contemporáneo de Hidalgo y Morelos.
Simultáneamente con su gobierno de la Provincia Oriental, Artigas difundió sus ideas federales entre las provincias del Litoral e Interior argentino, algunas de las cuales lo recono¬cieron como su representante frente al absorbente centralismo bonaerense proclamándolo "Protector de los Pueblos Libres" y encargándolo de la dirección de la política de todas ellas en relación con la ciudad capital.

Opiniónes 2.1
El federalismo artiguista
"Su dogma central era la soberanía de los pueblos; pero esos pueblos no eran compartimentos estancos. [...] A pesar de la desunión que implicaba las enormes distancias, las dificultades de transporte y comunicaciones, los accidentes geográficos, eran pueblos de la misma cuna y de la misma lengua, con la misma religión y el mismo acendrado hispanismo en lo cultural. [...] Se imponía la conciliación entre las soberanías particulares de los pueblos y la unión de esos pueblos con un mismo origen y un mismo destino. La fórmula evidente pura resolver la aparente contradicción era el federalismo. Unidad supraprovincial y respeto por la autonomía de las regiones. O sea, que constituía la única fórmula política que permitía la integración de las dispares economías provinciales. [...] Artigas les ofreció a las provincias lanías ventajas cuantos inconvenientes encontraban en Buenos Aires: salida al mar, libertad comercial, igualdad provincial, reparto de las rentas aduaneras. No fueron éstas meras pro¬mesas; se concretaron en reglamentos, disposiciones y acciones".
[José P, Barran, Benjamín Nahum, Bases económicas de la Revolución Artiguista, Montevideo, Ed. de la Banda Oriental,
1964, pp.66/67].

Así se formó la Liga Federal, integrada por Corrientes, Entre Ríos, Misiones, San¬ta Fe, Córdoba y la Provincia Oriental. El constarle crecimiento de su influencia y prestigio atemorizó tanto a Buenos Aires (por su federalismo) como a los portugueses (por su republicanismo), y en agosto de 1816 estos últimos invadieron la Provincia Oriental (con la complicidad o consentimiento tácito de Buenos Aires), con la inten¬ción de destruir al caudillo y su revolución. Vencidos Artigas y sus lugartenientes por la superioridad numérica y material de los portugueses comandados por Carlos Federi¬co Lecor, Montevideo fue ocupada el 20 de enero de 1817, pero la lucha continuó por tres largos años en el medio rural.
Indignado ante la pasividad de Buenos Aires, Artigas le declaró la guerra al tiempo que enfrentó a los portugueses con ejércitos que se vieron diezmados por sucesivas derrotas. No obstante, sus subordinados como integrantes de la Liga Federal, Francisco Ramírez, gober¬nador de Entre Ríos, y Estanislao López, gobernador de Santa Fe, consiguieron llevar una campaña victoriosa contra los centralistas bonaerenses que pareció implicar el triunfo del federalismo. Pero la esperanza duró poco porque ambos caudillos entraron en acuerdos con Buenos Aires que desnaturalizaban la prédica artiguista, se rebelaron contra él y lo dejaron solo para ser aplastado por los lusitanos.
Ya sin recursos y sin hombres aptos para la lucha, que fue casi de exterminio, Artigas se retiró al Paraguay en setiembre de 1820 y desapareció de la vida política de la región. Dueño Lecor de la situación militar en la Provincia Oriental, convocó un Congreso en Montevideo en julio de 1821. Este Congreso votó la incorporación de la provincia a Portu¬gal con el nombre de Cisplatina. Proclamada la independencia de Brasil en 1822, la guarni¬ción portuguesa de Montevideo entregó la ciudad a los brasileños, comandados por el mis¬mo Lecor, en febrero de 1824.
La resistencia a la anexión estalló pronto entre los orientales: el Cabildo de Montevideo y la asociación secreta de patriotas "Los Caballeros Orientales", protagonizaron en 1823 una revolución que fracasó por falta de apoyos suficientes. Muchos debieron exiliarse en Buenos Aires, desde donde prosiguieron los trabajos revolucionarios.
Estos hallaron concreción en 1825: el cuerpo expedicionario de los Treinta y Tres Orien¬tales, comandado por Juan Antonio Lavalleja, desembarcó en el territorio oriental el 19 de abril de 1825. Recogiendo otra vez la adhesión de gauchos y caudillos, toda la campaña los apoyó y se pudo constituir un Gobierno Provisional en Florida el 14 de junio.
Este gobierno designó a Lavalleja como jefe militar y convocó a elecciones para una Asamblea que el 25 de agosto de 1825 proclamó la independencia de la Provincia y su unión a las demás Provincias Unidas del Río de la Plata.
Frente a las victorias orientales sobre los brasileños de Rincón -setiembre- y Sarandí -octubre-, el Congreso Constituyente argentino decidió aceptar la incorporación de la Pro¬vincia Oriental, hecho que provocó la declaración de guerra de Brasil a las Provincias Uni¬das el 10 de diciembre. Tras el triunfo de las fuerzas provinciales en Ituzaingó el 20 de febrero de 1827, se abrieron paso las tratativas de paz, con la mediación de Gran Bretaña que se sentía perjudicada en sus intereses por la guerra en el Río de la Plata y el bloqueo brasileño al puerto de Buenos Aires.
Lord Ponsonby fue el enviado de Londres y propuso como solución la independencia total de la Provincia (medio de restablecer la paz en el Plata, que consolidaría el comercio inglés, y forma de impedir que fueran dos grandes Estados -Brasil y Argentina- los que dominaran en exclusividad el estuario del río).

Opiniones 2.2
Dos corrientes Historiográficas
"Respecto al surgimiento del Uruguay como estado independiente es harto sabido que se han enfrentado básicamente dos posiciones, aun cuando un estudio más atento de las mis¬mas permitiría poner de manifiesto la inconveniencia de «homogeneizar» en exceso el campo de cada una de esas tesis. De todos modos, los años han ya tradicionalizado el arraigo de esa alternativa binaria que opone: a) la postura nacionalista o independentista clásica cuyo rasgo más distintivo sería la reivindicación del surgimiento del Uruguay en tanto «Estado soberano» como el fruto de una voluntad y un sentimiento «nacionales» ya maduros en 1825, lo que reconocería sólidos antecedentes en los períodos de la Colonia (significado de la lucha de puertos, debilidad y carácter tardío del vínculo virreinal, etc.) y de la Revolución (el «independentismo» antiporteño del artiguismo, el «desacierto» o el «disimulo» implícitos en el Acta de Unión del 25 de agosto de 1825, etc.); y b) la postura unionista o disidente, que destacaría en cambio la inconsistencia efectiva del deseo independentista en 1825, opuesto a la fuerza coetánea del sentido de integración piálense (cimentado además en la índole federal del artiguismo), explicándose en consecuencia el surgimiento del Uruguay independiente como derivación más o menos directa de factores y
artificios exógenos y, en particular, de la influencia británica".
[Gerardo Caetano, Notas para una revisión histórica sobre la "cuestión nacional" en el Uruguay, en: Cultura(s) y nación en el Uruguay de fin de siglo, Montevideo, Editorial Trilce, 1991, p. 23],
Entre los autores más representativos de la primera tesis figuran: Francisco Bauza, Juan Zorrilla de San Martín, Pablo Acevedo, Mario Falcao Espalter, Juan E. Pivel Devoto. Y entre los que sostienen la otra tesis, Eduardo Acevedo, Ariosto González, Eugenio Petit Muñoz, Washington Reyes Abadie, Alberto Methol Ferré, Osear Bruschera.

La idea de la independencia absoluta había ganado también a muchos de los orientales, los que "no eran ni serían jamás argentinos ni brasileños". Esa solución fue la que se adoptó en definitiva por la Convención Preliminar de Paz de 27 de agosto de 1828, que tenía serios defectos porque no establecía los límites del nuevo Estado (fuente de conflictos futu¬ros con el fronterizo Brasil) ni reconocía la voluntad independentista del pueblo oriental, al que se le "concedía" su nuevo estado.
Brasil y las provincias argentinas ratificaron la Convención el 4 de octubre de 1828, y el 22 de noviembre se instaló la Asamblea Legislativa y Constituyente del Estado Oriental, que procedió a redactar una Constitución. La Constitución fue jurada el 18de Julio de 1830 y así comenzó el Uruguay su vida independiente.

Opiniones 2.3 Sobre la independencia nacional
"La independencia del Estado Oriental, estipulada en el Tratado de 1828, no es, pues, una fórmula artificiosa, fraguada en la dialéctica de las cancillerías rivales, sino la conse¬cuencia necesaria de los hechos históricos y del espíritu de sus hombres, desde el Cabildo Abierto de 1808 hasta las Instrucciones artiguistas del año XIII, y desde el desembarco en la Agraciada hasta la conquista de las Misiones". [Alberto Zum Felde, Evolución histórica del Uruguay, Montevideo, Ed. Maximino García, 1945, p. 106].

"Nuestra independencia ha sido, no un acto, sino un largo proceso, en que después de la etapa heroica de la guerra, hubo que cumplir otra, tal vez más penosa, en que el país, deba¬tiéndose con vecinos poderosos que lo codiciaban, conteniendo la trabazón de sus propios partidos con los partidos ajenos, reformando dolorosamente sus instituciones, asentando las bases de su organización económica y hasta venciendo las desconfianzas de sus propios hijos, fijó al fin sus fronteras de una manera consciente, voluntaria y libre, e impuso a las demás naciones el respeto de su soberanía interna e internacional".
[Juan E. Pivel Devoto, Alcira R. de Pivel Devoto, Historia de la República Oriental del Uruguay, 1830-1930, Montevideo, Ed. Medina, 1956, p.57].

"Durante el ciclo de la emancipación que la llevó a una independencia prematura, Hispa¬noamérica -que no constituía una unidad- operó un proceso interno de mayores fraccionamientos, del que resultó la formación de una multiplicidad de estados.
Uruguay es parte de ese proceso, con algunos elementos de originalidad. Ni la patria prefigurada idealmente por hombres providenciales o pueblos predestinados, ni la patria inventada desde el extranjero a contra corriente de la dirección de la Historia.
Resultado de un conjunto de circunstancias históricas, Uruguay nació como estado sin reunir las condiciones suficientes y sin ser realmente independiente. La independencia no fue un acto sino un proceso, cuya parte fundamental se cumplió después de 1828. En su transcurso, el Uruguay se consolidó como estado; esta consolidación se afirmó en el desarrollo de un sentimiento nacionalista que por el carácter y la escasa antigüedad de sus tradiciones, como por la pequeñez del país, sería sólo un nacionalismo moderado".
[Alfredo Traversoni, La independencia y el Estado oriental, Montevideo, Enciclopedia Uruguaya, No. 16,1968].

miércoles, 3 de agosto de 2011

Revolución Oriental 1


La revolución oriental artiguista

La revolución en campo oriental

Una vez instalada en Bs. As la “Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata, a nombre del Señor Fernando VII” (tal es el nombre de la conocida Junta de Mayo) en 1810, tiene entre sus objetivos conservar a la ciudad como capital del ex-virreinato y lograr la adhesión de los territorios que la componen. Montevideo, sede del

Apostadero Naval resistirá al llamamiento de la Junta, y unificará la Banda Oriental bajo su mando (antes la Banda estaba dividida en tres jurisdicciones: Montevideo con sus antiguos límites; el sur del Río Negro hasta la jurisdicción montevideana, dependía de Bs. As ; y el norte, del departamento de Yapeyú, gobierno de Misiones).

El gobernador Soria decide enviar una expedición naval a Entre Ríos, y así poder conectarse con los otros dos centros realistas: Córdoba y Paraguay. Pero Bs. As como ex-capital tiene mayores posibilidades económicas de enfrentar el conflicto, por lo que Montevideo debe procurarse los medios de costear el mismo. . Frente a esto Soria comienza a arm

ar su gobierno para la lucha, trato de mejorar el abasto para la ciudad y se preocupo de lograr recursos para financiar la guerra. Se hizo muy difícil la recaudación del dinero ya que gran parte de los territorios de adhirieron a la junta. El 23 de agosto se aprobó un bando sobre regularización de la propiedad rural en un plazo de 4 días. Soria el 24 de agosto establece un impuesto para auxilio a España en la guerra contra Napoleón. Si

bien esto soluciono el problema financiero provocó una crisis política y el descontento entre los comerciantes y hacendados. En 1811se instala la revolución en la Banda Oriental y Montevideo acaba siendo sitiada.

Le

vantamiento del primer sitio.

Sitiado Montevideo por las fuerzas juntistas comandadas por Artigas y Rondeau el virrey Elío pide auxilio a Portugal y este invade la Banda. La situación de la revolución es complicada : derrota en Alto Perú ; Montevideo que bombardea Bs. As y bloqu

ea su puerto ; los portugueses que invaden con éxito y pueden extenderse a Entre Ríos. Llega así el Armisticio de Octubre, por el cual Montevideo y Bs. As acuerdan el cese de las hostilidades, y el retiro de las tropas de la Banda .

En tanto los orientales, molestos con el pacto, reunidos en la quinta de l

a Paraguaya, deciden nombrar a Artigas como Jefe de los Orientales, y no reconocer la autoridad de Elío. Luego del armisticio deciden abandonar el suelo oriental: es el comienzo de la Redota.

Dos hechos contribuirán al futuro desarrollo del federalismo: en pri

mer lugar las desavenencias entre Artigas y Bs. As. Que comienzan con el armisticio y se agravan en el conflicto con Sarratea ; por otra parte, nombrado Artigas “teniente gobernador de Yapeyú” por el gobierno porteño facilitará los vínculos con las provincias del litoral, que formarán parte de la futura Liga Federal.

1813

Es a principios de abril que las fuerzas orientales se unen al segundo sitio de Montevideo. En esta oportunidad se plasmará el programa federal en las llamadas Instrucciones de 1813.

Junto con el reglamento de tierras, este es uno de los documentos más importantes para conocer el programa artiguista. El mismo fue elaborado en el Congreso deAbril para los diputados orientales delegados ante la Asamblea General de las provincias que tendría carácter de constituyente. En dicho congreso los orientales resolvieron constituir la Provincia Oriental (para la que reclaman las Misiones Orientales) en las Instrucciones; darle un gobierno autónomo; y aceptar la convocatoria a la Asamblea, eligiendo los diputados que la representen.

Las ideas fundamentales que se distinguen en estas instrucciones son independencia, federación y república.

Por la primera se pide la declaración de independencia de “estas colonias” de la corona de España, y la familia de los Borbones (Art.1). Esta idea era resistida por el gobierno porteño, fundándose en un problema de oportunidad. Temían que esto obligara a Inglaterra a tomar una definición desfavorable para los americanos ya que en esta época era aliada de España en la lucha contra Napoleón. Recién en el año 1816 proclamarán la independencia.

La forma de gobierno será la república (Art. 20). El fin del gobierno es conservar “la igualdad, libertad y seguridad de los pueblos”. Para ello reconoce la división de poderes. Proclamará la libertad civil.

En cuanto a la relación entre las provincias se establece “No admitirá otro sistema que el de confederación (como paso previo para la formación de un Estado Federal, una vez aprobada la Constitución) para el pacto recíproco con las provincias que forman nuestro Estado”... la Provincia Oriental entraría con las demás en una liga de amistad “ para la defensa común, seguridad de su libertad... contrayendo recíproca obligación de asistencia “contra toda violencia o ataques, cualquiera sea el pretexto” (recordando así el armisticio de octubre y la pasividad de Bs. As ante la invasión portuguesa.

Esta idea de pacto ya había sido proclamada por Artigas en la oración inaugural ( reconocimiento de la Asamblea por obediencia o por pacto) y será la base de los futuros pactos federales, idea contraria al unitarismo porteño.

El año XV

Si los años 1813 y 1814 verán romper las relaciones entre Artigas y Bs. As. El año XV será el del apogeo artiguista, con al concreción de la Liga Federal.

En 1814 Montevideo cae en manos de los porteños, y al año siguiente pasa a manos orientales. Una vez retomado este puerto ultramarino la Liga Federal puede establecerse al tener un puerto alternativo a Buenos Aires para la salida de sus productos. Así se unirán al “sistema de los pueblos libres” Entre ríos , Corrientes, Misiones, Santa Fe, Corrientes, Córdoba y la Provincia Oriental.

Una vez reunificada la Provincia Oriental luego de la caída de Montevideo, el artiguismo se plantea recomponer la economía de un territorio azotado desde hace 5 años por la guerra. En ese contexto salen los dos reglamentos más famosos del período: el de tierras y el aduanero.

El “Reglamento Provisirio para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus hacendados” , además de los objetivos expresos retoma la tradición reformista española tratando de repartir la tierra a quienes la trabajen, buscando poblar y pacificar la campaña. En este sentido se insiste que serán agraciados con suertes de estancia los “negros libres, los zambos de esta clase, los indios y los criollos pobres”... así como las “viudas pobres” con hijos. Estos deberán “formar un rancho y dos corrales” en un corto plazo. Esto tendría como finalidad asentar a los gauchos, quienes de otro modo serán remitidos para servir en el ejército.

El otro objetivo del reglamento es claramente político: quitarle al enemigo el sustento económico: “Los terrenos repartibles son todos aquellos de emigrados malos europeos y peores americanos...”

El otro fue el Reglamento Aduanero en el que hay una clara intención de posibilitar el intercambio comercial entre las provincias de la Liga y vecinas, protegiendo la producción local frente a la extranjera.

El plan esbozado no llegó a madurar debido a la pronta invasión portuguesa de 1816. El proyecto artiguista fue aniquilado por la doble conjunción del gobierno de Bs. As. y la corte portuguesa en Río de Janeiro. Los primeros deseaban acabar con el caudillo que comandara la sublevación no sólo de la provincia oriental, sino de las otras provincias del litoral como Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fe y Córdoba.

A su vez, la reivindicación de territorios ocupados por Portugal, y la intención siempre presente de esta corona de llegar hasta el límite natural del Río de la Plata desembocaron en una alianza en la que Portugal se adueñaba de la Banda Oriental y Buenos Aires miraba para otro lado.

Además contaban con la complicidad tácita de la mayoría del patriciado oriental, cansado de años de guerra, y de su caudillo que además se entrometía peligrosamente en el asunto de la tierra, en una orientación que no conformaba al patriciado. Así fue que cuando los portugueses tomaron Montevideo fueron bien recibidos por las buenas familias.



Dejo dos canciones para analizar en clase: